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Ha llegado el otoño y ayer mismo la Unión Europea advertía de que la situación epidemiológica en algunos países supone un riesgo creciente para los sectores más vulnerables al coronavirus y para los trabajadores sanitarios, y exigía una actuación inmediata y específica para atajar el preocupante incremento de casos que se registra. Es una advertencia clara y directa a España, que registra el mayor número de contagios de Europa, aunque fuera del continente haya más casos y muertes en Estados Unidos, Brasil y Rusia, con especial referencia a la situación de Madrid. En aquella comunidad se está tardando en reaccionar y es posible que haya habido cierta relajación, pero el caso es que en estos momentos ha alcanzado una tasa de 755 contagios por cada cien mil habitantes, que supera la registrada en los momentos más duros de la pandemia entre marzo y abril y que obligaría a medidas más estrictas que por lo visto no empezarán a aplicarse hasta el lunes con la intervención del Ejército. En el resto de comunidades, la tendencia también es al incremento de casos, con una tasa superior a cien en todas excepto en Asturias, si bien las más pobladas salvo Madrid, Catalunya, Andalucía y Valencia no llegan a la tasa 200 y parecen tener la situación más controlada. La ventaja respecto a la primera oleada es que ahora se hacen muchas más pruebas porque en marzo apenas se detectaban entre el diez y el 20 por ciento de los casos mientras que ahora se llega al 70, que el número de muertos es sensiblemente inferior porque los contagios son menos virulentos y en consecuencia la presión hospitalaria no es tan agobiante como en la primavera. Pese a todo, estamos en un momento decisivo porque Madrid está funcionando como un agente difusor en las comunidades vecinas y porque el nivel de contagio en las escuelas puede crecer más de lo esperado. Hay que reclamar medidas estrictas en los casos de más propagación del virus, como ya padecimos en Lleida, exigir que las administraciones apliquen los criterios sanitarios recomendados y si hace falta llegar a los confinamientos perimetrales e insistir en que la población sea consciente del riesgo en el que vivimos y evite aglomeraciones y contactos sociales. Estamos lejos de acabar con el virus y la nueva normalidad sigue exigiendo sacrificios de todo tipo si no queremos vernos abocados a nuevos confinamientos que serían nefastos en todos los ámbitos.

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