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El presidente Sánchez y el vicepresidente Iglesias presentaron ayer los presupuestos para el año que viene, anunciando el fin de la austeridad y los recortes con un proyecto progresista y expansivo. Falta hará que también lo sean en la práctica, porque ayer mismo se anunciaban los datos de la Encuesta de Población Activa correspondientes al tercer trimestre, que elevan la cifra de parados a los 3,7 millones de personas, con una tasa del 16,3 por ciento, con destrucción de 355.000 empleos, 2.200 en las comarcas de Lleida, en una época que en condiciones de normalidad era buena para que bajara el paro. Pese a que los meses de verano no han sido los más virulentos de la pandemia, el turismo se ha resentido, y aunque se ha creado empleo es más el destruido, con lo que la curva del paro sigue subiendo, pese a que no se incluye el más de medio millón de trabajadores que están sujetos a los expedientes de regulación temporal. Con este panorama no hay otra opción teórica que apostar por el incremento de la inversión y del gasto público para dinamizar la economía y que se cree empleo, aunque los 800.000 puestos de trabajo prometidos hace unos días por Sánchez se antojen en estos momentos una quimera. Otra cuestión es que después puedan crearse si no hay apoyo real a las empresas y los autónomos que están ahogados por la pandemia, pero sobre el papel suena bien que se incremente la inversión un 10 por ciento, que se aumente un 154 por cien la partida para la sanidad pública, o que también aumente un 70 por ciento la inversión en educación, con especial atención a las becas y a la formación profesional. ¿Cómo podrá pagarse este incremento? El Gobierno, que no hizo referencias al incremento de la deuda que supondrá, contabiliza ya los 27.000 millones de los fondos europeos y también contempla un incremento de impuestos para las rentas de capital superiores a los 200.000 euros, de las rentas de trabajo superiores a los 300.000 y del impuesto de sociedades para las grandes empresas, además de otros tributos indirectos. Parece justo que paguen más los que más ganan, aunque habrá que ver si finalmente se recauda lo previsto o si la ingeniería fiscal de los afectados busca alternativas, pero si se necesita más gasto y más inversiones públicas y que el Gobierno actúe como locomotora de la recuperación, también tendrá que recaudar más y endeudarse más. El virus también deja pocas opciones económicas.

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