SEGRE

Creado:

Actualizado:

Veinte años después de que Al Gore tuviera que renunciar a la presidencia porque un dudoso escrutinio con hasta tres recuentos en Florida, donde era gobernador el hermano del candidato republicano, le diera la victoria por 537 votos a George Bush Junior, se puede repetir la historia de que sean los tribunales quienes tengan que dictaminar quien ha ganado la presidencia de Estados Unidos. En principio es el demócrata Biden el que ha obtenido más votos populares, un dato que no sirve, pero también más delegados en el recuento ordinario, aunque Trump ya reclamó la intervención de los tribunales, ha cuestionado el recuento, se ha proclamado triunfador en las redes sociales e incluso ha sacado a sus partidarios a la calle para impugnar la victoria de su rival. Vuelve a estar en cuestión la transparencia del escrutinio y las garantías necesarias en la elección del presidente de la primera potencia y lo peor es que no se ha hecho nada para mejorar el sistema veinte años después. Si, como parece, Trump no acepta los resultados, se abre una crisis sin precedentes porque si hace veinte años las presiones institucionales hicieron renunciar a Gore, no parece que vayan a funcionar ahora con el hasta ahora presidente. Cabe esperar de la solidez de las instituciones norteamericanas que no se cambie en los tribunales lo que se ha decidido en las urnas, pero vista la trayectoria de Trump cabe esperarlo todo. En cualquier caso, las elecciones han mostrado un país profundamente dividido entre partidarios y detractores de Trump que ha conseguido convertir los comicios en un plebiscito sobre su figura y también ha demostrado que tiene más apoyo en la calle del que pronosticaban las encuestas previas y las expectativas creadas. Es significativo que con las críticas que ha suscitado su gestión, con el rebrote del racismo que se ha vivido durante su mandato, con las deficiencias evidentes en la gestión de la pandemia o con la crispación internacional que ha generado, siga contando con un apoyo tan importante en la América profunda del sur y el Medio Oeste e incluso en estados industriales castigados por la crisis. Cierto que Biden no entusiasmaba y que representa como Hillary Clinton al establishment de Washington pero cuatro años de Trump parecían suficiente vacuna para erradicar su demagógico populismo. Aún habrá que esperar a que se confirmen los resultados, pero la crisis institucional está servida.

tracking