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Después de que la conselleria de Salud haya propuesto prorrogar quince días más las restricciones en Catalunya, que incluyen el cierre de restaurantes y bares salvo para el servicio a domicilio, la Cámara de Comercio y la Federación de Hostelería han propuesto un plan piloto para intentar minimizar los daños que está sufriendo el sector que merece ser estudiado y atendido. La propuesta parte de la base de que las comarcas de Lleida están registrando durante los últimos días menores índices de rebrote del virus y que, salvo el repunte de ayer, tiene un Rt inferior a 1, y de las intenciones de la Generalitat de proceder a una desescalada asimétrica y territorial. Es el punto de partida, pero también habría que valorar si realmente los contagios en bares y restaurantes son los culpables de esta segunda oleada, teniendo en cuenta que autonomías con peores estadísticas mantienen la hostelería parcialmente abierta y además que en Lleida el sector está soportando el tercer cierre después del confinamiento general de la primavera, el cierre de julio que afectó a la capital y nueve pueblos del Segrià y los 21 días que llevamos ahora. Difícilmente puede superar la situación un sector que lleva prácticamente la mitad del ejercicio sin poder facturar y por esto tiene sentido que, si la situación sanitaria ha ido mejorando, pueda plantearse una reducción de las restricciones de forma que bares y restaurantes pudieran reabrir con limitaciones de aforo a la mitad y sin servicio de barra como en fases anteriores, respetando las distancias o los toques de queda, con el compromiso de los establecimientos a suscribir un código ético y la aceptación de posibles revisiones en el plazo determinado. Plantean una prueba piloto que puede trasladarse a otras zonas con datos positivos y que puede representar un alivio para un sector ahogado y también un servicio y una inyección de optimismo para una población desmoralizada. Vale la pena que la Generalitat estudie la propuesta, que la aplique si los datos acompañan e incluso que la traslade a otros sectores como el de la cultura y espectáculos, que están pasando agobios similares y donde se pueden garantizar distancias de seguridad entre los asistentes. Como han reiterado hasta la saciedad, no hay más riesgo en un cine o un teatro con aforos limitados que en una iglesia o una mezquita donde sí se mantiene la actividad. Y con cierres y prohibiciones no se arregla el problema.

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