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Nueve meses después de que comenzáramos a padecer la pandemia del Covid-19, y cuando ya llevamos cuatro meses desde que se convirtió en obligatorio el uso de las mascarillas, el Gobierno anuncia que por fin rebajará el impuesto que se aplica estas prendas, consideradas fundamentales, para evitar la propagación de la enfermedad. Que hasta ahora no hayan considerado a las mascarillas un producto de primerísima necesidad, y en consecuencia le aplicaran el IVA del 4 por ciento, es un sinsentido y una muestra de falta de sensibilidad o de ganas de recaudar, pero que además lo anuncien en la víspera del debate presupuestario junto a una rebaja del precio máximo de las mascarillas de 0,96 a 0,72 por unidad suena a oportunismo. La excusa del gobierno era que la Unión Europea no permitía rebajar el tipo aplicado, que era el máximo del 21 por ciento, con amenaza de sanciones, y que no podía rebajarlo si no había autorización. De ser cierto, también los tecnócratas de la Unión Europea se han lucido con su rigidez ante una pandemia mundial y con la falta de solidaridad con quienes utilizamos la mascarilla para evitar contagiarnos, aunque Bruselas ha asegurado que no hacía falta ningún permiso para rebajar la tributación. Y repasando el mapa europeo vemos como Italia, Bélgica o los Países Bajos redujeron el IVA cuando el uso de las mascarillas se convirtió en obligatorio, y que otros países como Portugal ya aplicaban el 6 por ciento, y hasta los más ricos como Francia o Alemania aplicaban un tipo del 5,5 y el 5, mientras aquí hemos pagado el 21 por ciento para un producto de primerísima necesidad y cuyo uso ha convertido en obligatorio el mismo gobierno que ha mantenido este impuesto. Lo mismo podría reclamarse para los geles hidroalcohólicos y hasta podría defenderse la aplicación de un IVA cero, porque estamos ante una situación de emergencia sanitaria que debería estar muy por delante de la recaudación tributaria. Y no estamos hablando de ninguna broma, porque los expertos han calculado que con un uso medio de 50 millones de mascarillas diarias, lo que hemos pagado de más los españoles por este impuesto es la friolera de más de mil millones de euros. Una auténtica barbaridad sobre la que habría que dar más explicaciones que un simple anuncio en el debate de presupuestos, porque ha afectado al bolsillo de todos y cada uno de los ciudadanos en unos momentos especialmente complicados.

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