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Donald Trump acaba de la manera más indigna posible su mandato y viene a culminar las muchas muestras que había dado el dirigente norteamericano de que pasará a la historia como el peor líder de uno de los países más poderosos del mundo. El asalto al Capitolio, alentado por el propio Trump en las redes sociales y discursos previos, es una vergüenza para una nación que ha hecho históricamente de la de democracia su bandera. Que la derecha solo acepta las reglas de juego cuando le son favorables no es nada nuevo, en la España de 1936 tenemos el ejemplo más próximo y doloroso, pero no deja de sorprender que un político norteamericano quiera humillar a sus conciudadanos con el espectáculo del miércoles en la sede de la voluntad popular de este país. La actuación policial, prácticamente acompañando a los insurrectos, es otro capítulo del uso y abuso que ha hecho del poder este millonario que se hizo famoso con programas de televisión de dudoso gusto. Ha destruido la política internacional norteamericana, ha puesto en peligro el comercio internacional y ha dado muestras de un machismo, racismo, clasismo e ignorancia impropias y deshonrosas. El intento de golpe de estado acabó con 4 muertos y 50 detenidos, y pone a prueba los cimientos democráticos de los EEUU, un país hoy por hoy muy dividido entre los seguidores de este líder populista carente de toda moral y el resto de norteamericanos, demócratas y republicanos, que asisten atónitos a la indecencia del acto perpetrado en el Capitolio. Por fortuna, alguien le habría hecho entrar en la poca razón que tiene Trump y ayer rebajó el tono y aseguró que facilitará la transición. Esperemos que sea verdad y que se tomen todas las medidas para que hasta el día 20, en que Biden jurará como nuevo presidente, no tengamos que asistir a tan lamentables espectáculos. Y que el asalto a las cámaras norteamericanas sirvan también como ejemplo para todos aquellos que en el Estado español pactan con los ultrarradicales, que solo se sirven de la democracia para llegar al poder pero que nunca han creído en ella ni la practican.

Eth Portilhon

Inmersos en plena pandemia y ayer sobrecogidos por el asalto al Capitolio en Washington, no tenemos las amenazas terroristas entre nuestras prioridades cotidianas, pero existen, y tanto España como Francia están en alerta 4 y 5, respectivamente, por lo que el país galo hace bien en tomar todas las medidas que considere necesarias para evitar asesinatos como los que vivimos en Barcelona y Cambrils en 2017 o las masacres de Niza o París, entre otros, en este país vecino, en el que el terrorismo ha matado a casi 300 personas en los últimos ocho años.

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