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Se ha cerrado el plazo para la presentación de candidaturas para las elecciones del 14 de febrero, con hasta veinte listas que optan a los escaños de Lleida, pero de momento nadie puede asegurar si los comicios se celebrarán en la fecha prevista. Un informe de la conselleria de Salud advierte que justo cuatro días antes de la fecha fijada se registrará el pico de ocupación de las UCI por casos de Covid y que durante la campaña electoral también puede registrarse el máximo de contagios, entre cinco mil y seis mil casos diarios, con el agravante de que, tal como va el plan de vacunación, no podrán estar inmunizados el 14 de febrero los integrantes de las mesas electorales, ni puede garantizarse que los mayores de 60 años estén excluidos de formar parte de las mesas. Cualquier decisión que se tome el viernes 15 será polémica porque en caso de suspensión nos encontraremos con que están las escuelas y los comercios abiertos e incluso podremos ir a comer a un restaurante antes de las 15.30, pero en cambio no podríamos ir a votar donde, con normativas adecuadas, no debería haber tanto riesgo de contagio. Y esta es otra crítica que se ha hecho porque no se han tomado medidas para impulsar el voto por correo específico para los casos de Covid, ni tampoco se han establecido franjas horarias para que voten las personas con más riesgo o la ampliación de la jornada electoral como se había hablado o incluso la utilización de urnas móviles para recoger el voto en los domicilios de los enfermos porque no está contemplado en la normativa electoral antigua y obsoleta que el Parlament ha sido incapaz de reformar. Si se mantienen los comicios, como se hizo en Galicia o el País Vasco e incluso en Estados Unidos, nos podemos encontrar con que haya recursos fundamentados por impedir el derecho al voto a personas contagiadas, además de los riesgos que pueden entrañar las colas y aglomeraciones que hasta ahora resultaban inevitables en unas elecciones. No será fácil acertar con la decisión, pero además se añade un componente político con un gobierno no solo limitado en sus capacidades, sino también profundamente dividido con dos socios que mantienen estrategias diferentes y en ocasiones enfrentadas y un Parlament disuelto. Prolongar esta provisionalidad en unos momentos en que necesitamos un gobierno cohesionado para gestionar la pandemia y liderar la recuperación también es un factor que debe ponderarse a la hora de mantener o aplazar las elecciones porque una campaña electoral larga y crispada con un gobierno débil y dividido como podría suceder con el aplazamiento sería una pésima noticia para el país. Habrá que ver cómo evolucionan los datos sanitarios de aquí al viernes, analizar las previsiones de los epidemiólogos y finalmente optar por el mal menor buscando el máximo consenso posible entre el gobierno y los partidos. Pero no será fácil.

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