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Como era previsible, las cifras del paro de febrero que se dieron a conocer ayer son malas, y en España hemos vuelto a superar la barrera de los cuatro millones de parados, que no se registraba desde abril de 2016. El impacto de las sucesivas oleadas de la Covid está siendo demoledor en la economía y en el empleo, hasta el punto de que la cifra de desempleados ya representa el 17 por ciento de la población activa, y el número de afiliados a la Seguridad Social tampoco ha experimentado en febrero síntomas de recuperación tras el hundimiento de enero.

A estos cuatro millones de parados hay que añadir los 900.000 trabajadores que están incluidos en ERTE y que no se incluyen en las cifras de paro, y cuyo futuro dependerá de la recuperación de la economía o de las ayudas que la administración inyecte en las empresas. En este sentido, desde el mismo ministerio de Trabajo se admiten síntomas de agotamiento en las empresas, especialmente en las pequeñas y medianas y los autónomos, que sufren por las restricciones en sectores claves para generar empleo como el turismo, la hostelería y el comercio.

En Lleida, por su mayor dependencia del sector primario, la situación no es tan agobiante y el paro representa un 12 por ciento sobre la población activa, cinco puntos menos que en el conjunto español, pero es muy significativo que en el año que llevamos de pandemia el paro ha aumentado un 31 por ciento, en 6.590 personas, con otros siete mil trabajadores que han visto reducido o suspendido su trabajo por los ERTE, que en general están funcionando bien pero son insuficientes. En este sentido, el mismo Banco Central Europeo ha destacado que España está en la cola de los países que han concedido ayudas directas al sector privado y, a la vista de las cifras, es evidente que necesitarán más apoyo para evitar su desplome a la espera de que en marzo se suavicen las restricciones, se pueda recuperar la actividad económica e incluso pensar, si la situación sanitaria lo permite, en una Semana Santa menos confinada que reactive el turismo, la hostelería y el comercio. Pero es indispensable que, además de pensar en la salud, el Gobierno empiece a preocuparse por la economía.

Los errores de Cultura Después de demasiados días de clamoroso silencio sobre el Museu, la consellera de Cultura ha admitido errores de comunicación, y el principal es no haber explicado su cambio de criterio e incluso referirse a “la vuelta” de las obras a Barbastro, donde nunca han estado. Se refugia en la actitud del obispo, pero la Iglesia siempre ha mantenido la misma postura y lo que ha cambiado es la postura del consorcio que preside. El traslado ya está en marcha y ninguna administración

defiende al Museu de Lleida.

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