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Ayer volvió a entrar en vigor en Catalunya el confinamiento comarcal para intentar frenar el rebrote de contagios después de la Semana Santa y el mismo día la consellera Vergés admitía la posibilidad de que se revisara la decisión, en un sentido u otro, antes del 19 de abril. La medida ha provocado críticas desde todos los ámbitos: se queja la alcaldesa de Barcelona de que no se tenga en cuenta la peculiaridad del área metropolitana, protestan desde las comarcas turísticas de Girona o Tarragona, lamentan las cancelaciones que han sufrido hoteles del Pirineo o las casas de turismo rural tras el respiro de la Semana Santa y hasta responsables comarcales de las zonas donde la pandemia está más controlada denuncian que se aplique la misma medida a todos sin valorar los índices.

Pero la cuestión fundamental es si la medida es eficaz para evitar una nueva oleada y sobre todo si ayudará a rebajar la presión hospitalaria y en las UCI, que, según los mismos sanitarios, es el principal problema en estos momentos. Los expertos dicen que el mayor riesgo para los contagios es la interacción social sin precauciones y aquí hay que preguntarse si no hay más peligro en las concentraciones o botellones en zonas urbanas, o incluso en los desplazamientos masivos en metro que en viajar de Aspa a El Cogul o de Algerri a Alfarràs o ir a pasar el fin de semana a un pueblo de montaña.

Se entiende que se relajaran las restricciones en Semana Santa porque, como dijo el doctor Argimon y otros expertos sanitarios, había que dar aire a sectores que lo necesitaban y también atender la salud mental de los ciudadanos tras un año de pandemia, pero si entonces se podían permitir los desplazamientos sin poner en peligro la situación sanitaria, también se puede mantener ahora este criterio si en los cambios se mantienen las burbujas y las medidas de seguridad. Da la impresión de que a la vista de que la situación no mejora, había que tomar alguna medida y la que entraña menos complicaciones es volver a los confinamientos.

Por otra parte, la medida olvida la diferente situación sanitaria y social de las diferentes comarcas, porque los índices de contagio son muy dispares, el riesgo está concentrado en algunas comarcas mientras en otras la situación parece controlada, y porque los hábitos y las necesidades económicas sociales no tienen nada que ver en L’Alta Ribagorça, por ejemplo, y el área metropolitana de Barcelona. Si al inicio de la pandemia se aplicaron medidas específicas en la Conca d’Òdena y el pasado verano en el Segrià, también sería lógico que ahora se tuvieran en cuenta las diferencias por comarcas o por áreas básicas de salud.

Y, sobre todo, sería necesario que se explicaran y se razonaran las medidas porque es la forma de convencer a la ciudadanía para que asuman las restricciones y no intenten vulnerarlas, aparcando el ordeno y mando al que nos han acostumbrado. .

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