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El inicio de la pandemia del coronavirus y el consiguiente confinamiento domiciliario en marzo del pasado año obligaron a implantar de forma improvisada la docencia telemática en todos los niveles educativos, desde Infantil hasta la universidad. La calidad de la enseñanza se vio afectada negativamente, ya que ni profesores ni alumnos estaban preparados para este cambio abrupto, y un número importante de los estudiantes de las etapas obligatorias ni siquiera contaban con los dispositivos suficientes para trabajar desde casa.

Cada docente y cada centro se las apañaron como mejor pudieron, y algunos lo hicieron mejor y otros, peor. En el actual curso, las etapas de educación obligatoria, desde P-3 hasta la ESO, han recuperado la enseñanza presencial.

No ha sido sencillo, porque aunque la incidencia del coronavirus en las aulas ha sido bastante menor de lo que se esperaba, en casi todos los centros alumnos y profesores de varios grupos han tenido que estar en cuarentena en casa después de que se haya registrado algún positivo. Inicialmente, las clases también eran presenciales en Bachillerato, FP y en la universidad.

Sin embargo, una nueva ola de la pandemia en otoño provocó que el Govern decretara que en Bachillerato y FP pasaran a ser semipresenciales y en la universidad, telemáticas. Estas últimas se convirtieron en semipresenciales para los alumnos de primero y de segundo unas semanas después de las vacaciones de Navidad –en la UdL los alumnos van dos días a la facultad y siguen las clases desde casa los otros tres–, mientras que para los demás cursos siguen siendo 100% a distancia.

Ya ha pasado más de un año desde la implantación de la docencia virtual, pero todo apunta a que este modelo continúa siendo un lastre para el aprendizaje. Un reciente estudio de la cátedra DOTS de la Universitat de Lleida, basado en la opinión de casi 900 estudiantes de grado y máster de 20 universidades españolas, llega a la conclusión de que es deficiente.

Uno de los principales problemas es que la mayoría de profesores ha optado por replicar a través de medios telemáticos las clases presenciales que daban en el aula, sin adaptarse a un medio que es totalmente distinto. Esto hace que no capten la atención de los alumnos, que además encuentran a faltar la interacción directa que hay con sus compañeros y el docente en las clases presenciales.

Los autores del estudio abogan por desarrollar la adaptación del profesorado a situaciones imprevistas y reflexionar sobre el modelo utilizado en las clases telemáticas y la importancia de promover una mayor autonomía y autogestión del alumnado. De momento, está claro que el nivel de este curso universitario, y parcialmente también el de Bachillerato y FP, está en general por debajo de lo deseable, por lo que es necesario adoptar medidas para mejorarlo en estos meses finales y, sobre todo, a partir del próximo septiembre.

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