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EDITORIAL

Liberar vacunas por solidaridad y realismo

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La vacunación lleva buen ritmo en nuestro país y se pueden alcanzar los objetivos de tener inmunizado al 70 por ciento de la población este verano y Europa lleva un camino similar, pero de poco servirá si en el resto del mundo la pandemia sigue galopando sin freno. La propagación fue global y también hay que combatirla de la misma forma si queremos salir adelante y por esto las vacunas han de llegar a todas partes.

El problema es que con el actual ritmo de producción, unos 400 millones de dosis en los meses de este año, se cubre un porcentaje mínimo de entre los 10.000 y los 14.000 millones de dosis que se necesitan en todo el mundo y, según algunos expertos, tardaríamos hasta cuatro años en producir las necesarias, con el agravante de que muchos países ni siquiera podrían pagarlas. En consecuencia, el Primer Mundo está obligado a movilizarse para que las vacunas lleguen a toda la humanidad por solidaridad, pero también por realismo y por interés propio, porque para recuperar la normalidad necesita que la pandemia haya sido erradicada de todo el mundo y por esto hay que aplaudir la iniciativa de Biden de pedir la suspensión temporal de las patentes para que puedan producirse vacunas en más centros de los que actualmente lo hacen.

Ya lo habían pedido India y Sudáfrica en la Organización Mundial de Comercio sin que prosperara y también lo rechazó el Parlamento Europeo, pero ahora el cambio de postura de Estados Unidos de la mano de Biden ha propiciado que también Europa se muestre a favor. Quienes siguen oponiéndose son las farmacéuticas, esgrimiendo que la suspensión de patentes no se traducirá en un aumento de la producción de vacunas, porque es un proceso complejo con hasta 200 componentes que proceden de todo el mundo y que pocas fábricas son capaces de asumir y que se penaliza la investigación y la propiedad intelectual.

Lo segundo puede rebatirse por la emergencia mundial que vivimos, recordando que es una suspensión temporal y que la investigación ha sido financiada mayoritariamente por dinero público y debe beneficiar a todo el mundo, y lo primero ciertamente es complejo, pero se puede avanzar con la transferencia de tecnología y asesoría científica a estos países y la adaptación de algunas fábricas que ya producen otros productos similares, de forma que si India es actualmente la primera fabricante de vacunas, también puede hacerse con la liberación de patentes y la correspondiente ayuda en Pakistán, México o Brasil. El proceso no será sencillo porque la decisión debe tomarla la OMC, que funciona por consenso, y no la OMS, y habrá que negociar con las farmacéuticas, cuya colaboración es fundamental para extender la producción, y porque después también será complejo el proceso de distribución, pero es un paso importante que haya consenso político en convertir las vacunas en un bien público para toda la humanidad.

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