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En los años ochenta se lanzó la campaña Al bosc no juguis amb foc para alertar de las nefastas consecuencias que podía tener encender una hoguera o lanzar una colilla en el medio natural. Caso omiso. Cuarenta años después, un cigarrillo arrojado desde la ventanilla de un coche se baraja como la causa más probable del incendio de Llançà, que ha obligado a desalojar a cientos de personas y ha calcinado medio millar de hectáreas del parque natural del Cap de Creus.

La historia se repite cada verano. Son imprudencias que salen caras y que pueden costar vidas. Sucedió en 2005 en Guadalajara, cuando una barbacoa encendida un caluroso 16 de julio ocasionó un gigantesco incendio que causó la muerte de once guardas forestales.

El conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, no dudó ayer en calificar de “indignante” que una negligencia tan de sentido común estuviera detrás del fuego del Alt Empordà. Fue la tormenta perfecta. Temperaturas por encima de los treinta grados, el terreno muy seco y el viento de tramuntana avivando las llamas.

Parece que no aprendemos la lección. Más que ocioEsta misma semana, hubo un susto en el Solsonès. Un rayo originó un incendio en Riner que puso en evidencia que es urgente mantener limpios los bosques.

Aunque el fuego se controló rápidamente, se quemaron 8 hectáreas. Un terreno que ya se había visto afectado por el macroincendio de 1998. De hecho, los alcaldes denunciaron que la reforestación sin control había convertido el bosque en una bomba de relojería.

No siempre pueden evitarse los incendios, pero que no haya que lamentar más hectáreas quemadas y más daños personales o materiales por negligencias como la de Llançà o por no haber hecho los deberes antes de que el verano imponga su ley, como en el caso de Riner. Y es que la meteorología juega en contra, con mucho calor y poca lluvia. Ayer mismo, en pleno núcleo urbano de Torrelameu, ardieron cuatro naves de una empresa frutícola y un camión, sin que tuvieran que lamentarse heridos.

Una vez más, gracias, Bomberos. .

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