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EDITORIAL

Curso escolar con retos más allá de la Covid

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El curso escolar que arranca hoy será el tercero marcado por la Covid.

El primero fue el 2019-20, cuyo último trimestre se impartió íntegramente por vía telemática al cerrar todos los centros. El pasado curso, las clases volvieron a ser presenciales para todos los alumnos de educación obligatoria, desde Infantil hasta la ESO, mientras que en Bachillerato y FP se combinaron con las telemáticas y en la universidad estas últimas fueron mayoritarias, salvo para los alumnos de primero y de segundo, que también tuvieron las dos versiones.

La experiencia del último año demostró que, si se hacen las cosas bien, la pandemia no es ningún obstáculo insalvable para que los estudiantes estén en las aulas.

Y por lo visto hasta ahora, la enseñanza presencial continúa siendo mejor que la telemática para el aprendizaje. No solo en Infantil y Primaria, donde resulta más difícil impartir la segunda por la corta edad de los niños, sino incluso en la universidad, donde muchos estudiantes se quejan de que la docencia a distancia deja mucho que desear.

Además de que hay mucha menos interacción con los compañeros y los profesores, la mayoría de estos no están preparados para dar una clase de esta manera.

A diferencia de hace un año, ahora un buen número de los alumnos mayores de 12 años ya están vacunados con la pauta completa, por lo que teóricamente están inmunizados contra la Covid o, como mínimo, es altamente improbable que puedan sufrir una infección grave por este virus. En Lleida, son un 56,7% de los jóvenes de 12 a 19 años.

De momento, la mascarilla seguirá siendo obligatoria en los centros, mientras que otras medidas se han flexibilizado y es de esperar que todavía se suavicen más o se acaben retirando a lo largo de los próximos meses si se confirma que la vacunación general hace que la pandemia quede de una vez por todas bajo control.

Esto también debe permitir que el aspecto sanitario pase a un segundo plano para abordar cuestiones que ahora han quedado un tanto en segundo plano. Una, que ha quedado patente en las últimas semanas, es que después de que las administraciones, diversas instituciones y los propios centros hayan trabajado durante años para prestigiar la Formación Profesional, resulta que no hay suficientes plazas para atender la demanda, un déficit que hay que corregir y que no puede cubrirse, como se ha hecho en buena parte ahora, ampliando el número de alumnos por grupo de 30 a 33, con la consiguiente masificación.

Otra es la lucha contra la segregación escolar para evitar que los alumnos de familias con más dificultades socioeconómicas se concentren en determinados centros.

Y en un ámbito más general, hay que insistir en que la financiación del sistema educativo sigue estando por debajo de la media europea, lo que afecta a todos los niveles. De ello puede dar fe la Universitat de Lleida, abocada a difíciles equilibrios económicos.

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