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El precio mayorista de la electricidad marcó ayer un nuevo récord de 173 euros por MWh, lo que representa un 253 por ciento más que hace un año en una espiral que se ha acentuado en los últimos meses sin que el Gobierno haya sabido frenarla.

Aprobó una reducción temporal del IVA del 21 por ciento, que estaba entre los más altos de Europa, pero la rebaja fue rápidamente absorbida por el incremento del precio de la luz y ahora ha anunciado nuevas medidas con un recorte de 3.200 millones a las eléctricas para intentar que a final de año el precio de la luz esté al nivel de 2018 cuando llegó Sánchez al gobierno. Lo tiene complicado porque, además de las rebajas fiscales aprobadas y el recorte a los beneficios “extra” de las eléctricas, necesitará un descenso significativo del precio mayorista cuando la tendencia de los mercados es que se mantengan al alza de cara al invierno por la subida del gas y por el mismo sistema de fijación de precios en subastas ciegas en que el gobierno español tiene poca capacidad de influir.

Los precios se fijan en subastas y por horas según oferta y demanda en el llamado Operador del Mercado Ibérico de Energía y la perversidad del sistema para el consumidor es que la última energía en entrar en el sistema, la más cara, es la que marca el precio para todas las fuentes de energía.

Se coloca primero la energía procedente de las renovables, la más barata, luego la nuclear y la hidroeléctrica y finalmente las del carbón y el gas, que son las más caras y fijan el precio para todos. Según la gráfica descripción de un experto pagamos toda la carne a precio de solomillo.

Cuando no se necesita gas y son suficiente para abastecer el mercado las energías baratas, renovables, nuclear o hidroeléctrica, el precio final de la electricidad es más barato, pero estamos en una espiral en que el precio del gas sube por la demanda china, la política de Putin y la escasez en Europa y en consecuencia el precio final se dispara ayudado porque también a las eléctricas les va bien y no hay en España una empresa con participación pública que ayude a la regulación como sucede en otros países europeos.

El resultado es que España está entre los países con la electricidad más cara y donde las eléctricas obtienen mayores beneficios y si no se cambia el sistema de fijación de precios y se apuesta por las energías baratas, todo lo demás serán parches para capear el temporal. Las medidas aprobadas por el Gobierno van en la línea de recortar beneficios a las eléctricas por la subida de los derechos de emisión de C02, también al alza, y por la subida del gas, la reducción de la fiscalidad, la exigencia de subastas a largo plazo que puedan bajar precios y el control de desembalses por parte de las eléctricas para maximizar beneficios, pero habrá que ver si son suficientes y no provocan nuevos enfrentamientos con las eléctricas que amenazan con el parón de las nucleares.

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