SEGRE

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La plaza España de Barcelona acabó convertida en un vertedero tras la primera noche de la Mercè. Y lo que es peor, la resaca del macobotellón que reunió a 40.000 jóvenes pese a la pandemia dejó un balance de 43 heridos, 20 detenidos, una posible agresión sexual, el Palau de Congressos con los cristales rotos, árboles incendiados, comercios saqueados... Se instó a los políticos a reabrir el ocio nocturno antes de lo que recomendaban las autoridades sanitarias porque se creía que sería una manera eficaz de acabar con los botellones, pero no ha sido así.

Y el fenómeno no es exclusivo de grandes ciudades. La canalización del Segre, en Lleida, o las calles de La Seu d’Urgell, Agramunt y Alpicat han sido recientemente escenarios de altercados, aunque no tan graves como los de la Mercè o la fiesta del Campus de la Autònoma de la semana pasada. En pocos años, el mundo de la noche ha experimentado un cambio que va más allá de las modas.

Primero cerraron las macrodiscotecas, pero fue solo la punta del iceberg. Se dijo que fue cosa de la crisis de 2008 y del 2.0, que permitía a los jóvenes relacionarse de otra manera. Pero “todo pasa y todo queda”, como en el verso de Antonio Machado, y aunque la noche se hubiera transformado radicalmente no había perdido su esencia.

Se pasó de macrodiscotecas a macroconciertos y festivales. Hubo una vuelta a la tribu de los 80, a buscar ambientes afines musical y culturalmente. Y eso se tradujo en el auge de los pubs y en una mayor implicación en las fiestas populares.

Pero llegó la pandemia y lo trastocó todo y han vuelto a cambiar las reglas del juego. El botellón ha dejado de hacerse entre amigos, en pequeños grupos, para recuperar el testigo de macrodiscotecas y festivales. Los sociólogos dice que no es solo una cuestión económica, o de restricciones horarias, sino que aunque las nuevas generaciones tengan la misma necesidad de relacionarse que las anteriores, las redes sociales les permiten hacerlo a distancia.

No hay que ponerse al día porque hablan a través de la pantalla siempre que sienten necesidad de hacerlo, así que salen menos y más tarde pero la fiesta es más salvaje. Y aquí se entra en un terreno pantanoso en el que la violencia y el incivismo deberían marcar las líneas rojas. El debate es complejo y difícil de resolver pero, como sociedad, debemos abordarlo cuanto antes porque se nos va de las manos.

Por una cultura de proximidadFerran Aixalà, payaso, guionista y alma de Pastorets Rock, reivindicó en el pregón que abrió las Festes de la Tardor la cultura para garantizar la salud mental de la sociedad. Una cultura de proximidad, segura y con personalidad propia. “No fallemos a los grupos locales”, pidió.

Imprescindibles. .

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