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A tenor de los indicadores que vamos conociendo, todo apunta a que la pandemia del coronavirus está controlada con índices de rebrote bajos, nivel de vacunación alto, presión hospitalaria que vuelve a los baremos normales, vuelta al colegio sin incidentes y paulatina recuperación de la normalidad en actos públicos, espectáculos o acontecimientos deportivos.

Empieza a ser momento de mirar hacia atrás, analizar lo vivido en este año y medio, reflexionar también sobre lo que se ha hecho o dicho sobre la pandemia y valorar cómo nos ha afectado este periodo y si se pueden extraer conclusiones positivas o negativas y si realmente hemos aprendido algo con esta experiencia. Vale la pena recordar aquellos eslóganes buenistas de tiempos de la cuarentena en los que se aseguraba que juntos saldremos, que saldremos más fuertes y seremos más solidarios.

Ciertamente, estamos saliendo porque ha habido un extraordinario esfuerzo sanitario y científico para producir y suministrar vacunas, pero difícilmente se puede decir que salgamos más fuertes cuando hemos tenido que lamentar miles de muertos y millones de enfermos o cuando la economía ha sufrido la mayor caída desde épocas de guerra, y a medida que se normalizaba la situación tampoco podemos presumir de solidaridad porque estamos dejando pudrir millones de vacunas en Occidente cuando las necesitan en el resto del mundo, porque las ganas de fiesta hacen saltar las medidas de seguridad y a menudo han derivado en vandalismo y gamberrada, porque otros imponen sus creencias personales a la salud y la seguridad colectivas o porque quienes nos dirigen siguen imponiendo pequeños ajustes cortoplacistas a una visión de futuro abierta y solidaria.

Probablemente es inherente a la condición humana, pero estamos volviendo a los mismos errores de antes de la pandemia, hemos olvidado con rapidez las buenas intenciones y el propósito de enmienda de los tiempos de cuarentena y con la pandemia aún se han agudizado más las diferencias entre ricos y pobres. Y si no escarmentamos, caeremos otra vez.

Geometría variable El debate de política general ha servido para romper la dinámica de bloques que funcionaba monolíticamente.

En esta ocasión, el president Aragonès sacó adelante algunas propuestas apoyándose en su socio de gobierno, pero otras como el respaldo a la mesa de diálogo con el apoyo del PSC y los comunes y la abstención de JxCat.

Y tras conmemorar el 1-O llama la atención la división del independentismo que no coincide en su hoja de ruta: la CUP pidió fecha para un referéndum unilateral, JxCat votó en contra y ERC se abstuvo. De cara a los presupuestos, podríamos volver a la geometría variable.

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