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Los diputados del PSOE y Podemos, salvo once excepciones que han roto la disciplina de voto, votaron ayer en el Congreso con una pinza en la nariz los candidatos pactados para la renovación del Tribunal Constitucional que estaba pendiente desde hace dos años. Hacía falta un pacto, al igual que para renovar el Consejo del Poder Judicial que lleva tres años bloqueado y el PP para aceptar la renovación impuso dos candidatos estrechamente vinculados con el partido, Enrique Arnaldo y Concepción Espejel, que habían sido criticados por el bloque progresista. La segunda había sido excluida por los propios magistrados de lo penal de la Audiencia Nacional para juzgar el caso Gürtel por su afinidad con el PP y su amistad con la exsecretaria general Dolores de Cospedal, pero quien mayor polémica ha generado ha sido la propuesta de Arnaldo, que fue imputado y exonerado por corrupción, había elaborado centenares de informes para la fundación del PP, Faes, y para administraciones vinculadas con el PP y había mantenido estrechos contactos con el expresidente balear Jaume Matas, condenado por corrupción, y además se ha pronunciado abiertamente en contra de diversas iniciativas como la ley del aborto, la eutanasia o el procés, que pueden acabar siendo materia a juzgar en el tribunal del que formará parte.

No parece el perfil más independiente y hasta el presidente del Gobierno y diversos ministros se habían pronunciado en contra de su elección. Sin embargo, el Congreso ha ratificado su nombramiento, aunque los diputados del PSOE y Podemos hayan tenido que votar con una pinza en la nariz por lo mal que olía su trayectoria. Han tenido que elegir entre votar a un candidato cuestionable para que pudiera renovarse el TC o mantener indefinidamente el bloqueo a la renovación porque el PP no estaba dispuesto a presentar otros candidatos y ha utilizado esta forma de chantaje de colocar a dos jueces afines si finalmente querían renovar el tribunal de última instancia que tiene que interpretar la Constitución.

No han demostrado estar a la altura de las circunstancias ni el PP presentando a dos candidatos partidistas y cuestionables, ni tampoco el bloque progresista aceptando el trágala y votando a un candidato que no consideraban idóneo. Han hecho un flaco favor al prestigio del alto tribunal y a la misma democracia porque han votado contra sus convicciones y el caso demuestra que falta sentido de Estado y sobran intereses partidistas, algo que puede multiplicarse en la renovación pendiente del Consejo General del Poder Judicial. No puede ser que estas instituciones se conviertan en moneda de cambio entre los dos grandes partidos para colocar a jueces afines y hay que buscar fórmulas más democráticas para designar a los miembros de tribunales cuyas decisiones tienen tanta trascendencia.

Por el prestigio de las instituciones y el bien de la democracia.

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