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La evaluación continua en la enseñanza es uno de los argumentos que se van repitiendo en todas las reformas desde finales del siglo pasado y de hecho es el criterio que inspira los sistemas educativos que mejor funcionan en los países de la OCDE, pero del dicho al hecho hay un trecho y cuesta llevarlo a la práctica por más reformas que se implanten. Ahora se ha aprobado un nuevo decreto que desarrolla la llamada ley Celaá, que apuesta por la “evaluación, continua, integradora y positiva”, enmarcada en un cambio de cultura en que se quiere evaluar para formar y no para calificar. Suena bien en teoría porque tampoco parece muy pedagógico fiar el resultado de nueve meses de curso a un único examen, pero habrá que ver en la práctica, porque es una evidencia que España encabeza el ranking de países con más fracaso escolar, con más abandono de las aulas y también con más alumnos repetidores y se reitera la queja en los primeros cursos de universidad por el bajo nivel con que llegan los estudiantes.

Pero cambiar el sistema y la cultura exige medios, menos masificación en las aulas para que se pueda personalizar la enseñanza, docentes que compartan la filosofía y unos criterios claros. Lo más llamativo de esta enésima reforma es que se eliminan los exámenes de recuperación en secundaria y que se podrá obtener el título de ESO con varios suspensos, dejando en manos del equipo docente valorar si las asignaturas suspendidas por el alumno le permiten seguir con éxito el curso siguiente o incluso titularse, dejando la repetición de curso, al igual que en primaria, como algo excepcional. Parece claro que bajará el índice de alumnos repetidores, pero también se corre el riesgo de que continúe bajando el nivel y, aunque la ministra explica que “estamos promoviendo un esfuerzo basado en la motivación y no en el castigo”, no parece que minimizar el valor de los suspensos, que no deberían interpretarse como un castigo sino como la evidencia de que no se alcanza el nivel requerido, redunde en pro de una cultura del esfuerzo que debería ser consustancial al aprendizaje y una buena formación para la actividad profesional posterior a la etapa académica.Hacia el pasaporte Covid

La evidencia de que los casos de Covid siguen subiendo y que el colectivo de no vacunados es un factor de riesgo para posibles contagios hacen que la implantación del pasaporte Covid se convierta en una exigencia antes de que alcancemos niveles más preocupantes.

Algunos países ya lo han implantado, algunas autonomías ya lo exigen para actividades de ocio y habrá que adaptar el marco legal para que pueda generalizarse antes de que la evolución de la pandemia obligue a tomar medidas más drásticas.

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