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El año ha empezado con polémica cultural. En abril se cumplirán 100 años del nacimiento de Guillem Viladot en Agramunt y, para sorpresa del sector cultural, este precursor de la poesía visual, artista y escritor fue excluido de las conmemoraciones oficiales de centenarios que prepara la Generalitat. Un jarro de agua fría para la capital de la Ribera del Sió, donde Viladot es todo un referente, y una muestra más de que en demasiadas ocasiones la distancia es el olvido y que el peso económico, político y por supuesto cultural de Lleida debe reclamar con más fuerza el papel que le corresponde en la sociedad catalana.

Viladot era un farmacéutico de carácter seco y áspero como su tierra, pero también un hombre vital y comprometido. Era difícil de encasillar porque tocaba todas las teclas. En 1971 protagonizó la primera exposición del Estado de lo que entonces se denominaba poesía concreta.

Fue en la Petite Galerie de Jaume Magre junto a Joan Brossa y Josep Iglésias del Marquet. Se codeaba con la primera división cultural, pero nunca dejó de participar en las actividades de su Agramunt natal. El por qué el Govern no lo ha incluido entre los centenarios oficiales, seguramente está más relacionado con los sanedrines culturales de la capital catalana que no con una intención clara de marginar a este artista leridano, pero hará bien la consellera Garriga en atender la demanda en forma de firmas, casi 2.000 y entre ellas las de Josep Vallverdú, Enric Casasses o Jaume Pont, reivindicando una celebración oficial por parte del ejecutivo catalán.

Garzón se equivoca

El ministerio de Agricultura ha tenido que salir en defensa del sector ganadero afirmando que en España conviven modelos de ganadería intensiva y extensiva que “siguen las estrictas normas de producción y bienestar animal de la UE”, tras la polémica suscitada por el titular de Consumo, Alberto Garzón, por sus declaraciones al diario británico The Guardian, asegurando que las granjas de gran tamaño españolas “contaminan el suelo, el agua y luego exportan esta carne de mala calidad de animales maltratados”. Garzón se equivoca en varias cosas. En primer lugar, su ministerio es el de Consumo y si aprecia alguna anomalía en alguna explotación, que puede haberla, como en todo, su obligación es denunciarlo a su homólogo de Agricultura y que este tramite las sanciones correspondientes.

Además, las granjas, tanto grandes como medianas y pequeñas, al menos las leridanas que conocemos de primera mano, llevan años haciendo un gran esfuerzo para adaptarse a las exigencias contra la contaminación de suelos y a favor de las normas de sanidad animal. En cuanto a la calidad, basta con comprobarla. Inoportuno y equivocado.

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