SEGRE

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Cuando Lleida se abrió al río cambió el devenir de la ciudad, la canalización favoreció la modernización de todas las calles y plazas de su entorno y los puentes hicieron el resto. La capital de Ponent pasó de ser una ciudad cerrada y empequeñecida a una dinámica y en crecimiento constante. Esta actuación no fue fácil pero con las inversiones y complicidad de todas las administraciones, desde la Paeria como eje impulsor o Generalitat y Estado como colaboradores necesarios, Lleida se vertebró con el Segre y se acercó a muchos barrios y partidas hasta ese momento alejadas del centro urbano.

Conseguir que la estación del AVE se quedara en el centro y no alejarla kilómetros, como por desgracia no logró Tarragona, le ha conferido un desarrollo sostenible que la ha convertido en una capital con un aceptable bienestar cotidiano. Pero este esfuerzo medianamente alcanzado con la integración del río no ha tenido su paralelismo en el Centro Histórico, que pese a los intentos efectuados para que fuera un barrio más de la ciudad sigue siendo un lugar inhóspito con diversos problemas de delincuencia, seguridad ciudadana, higiene e incivismo, que ayer fueron objeto de debate en el pleno del ayuntamiento con un total de 72 propuestas presentadas por la oposición, 60 de ellas aprobadas, para dignificarlo. No es fácil, si lo fuere los diferentes intentos hechos a lo largo de las últimas décadas habrían fructificado, y no ha sido así.

Los barrios antiguos de la mayoría de grandes ciudades del mundo tienen la misma problemática, con acumulación de viviendas envejecidas y colectivos vulnerables viviendo en condiciones en muchas ocasiones insalubres. Y lo que está claro es que el problema no se arreglará con mociones y palabras. El Barri Antic de Lleida requiere sobre y ante todo inversiones, dinero en definitiva para que se puedan rehabilitar los edificios antiguos, construir de nuevos y también para facilitar formación y salidas laborales a las personas que no tienen empleo ni visos de poder conseguirlo.

Así podrían convivir con un mínimo de seguridad y bienestar, los vecinos de toda la vida y los recién llegados. El Parador del Roser es un ejemplo de que se puede, pero está claro que sin un plan inversor seguiremos con la misma problemática de siempre.

Las mujeres iraníes se rebelan

Algunas queman el velo, muchas protestan ondeándolo frente a las universidades y otras han llegado incluso a manifestarse cortándose el pelo. Pueden ser encarceladas, golpeadas y expulsadas de su trabajo, pero la valiente rebelión de las mujeres en Irán contra la obligación de llevar hiyab tras la muerte de Mahsa Amini no cesa. No podemos más que solidarizarnos ante personas tan valientes.

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