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“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.” Es el famoso parte militar del 1 de abril de 1939. Pero aún se dispararían muchas balas.

En el documental El dolor del silenci, los vecinos de más edad de Alcoletge recordaban que durante meses oyeron fusilar a prisioneros del campo de concentración en el que se convirtió la Seu Vella de Lleida. “Estabas en el huerto y un día oías cincuenta tiros, un día treinta.. Y así cada día, cada día”, en palabras de Eugeni Ticó.

La represión fue terrible. El poeta Josep Palau i Fabre fue uno de los miles de presos de este insólito campo monumental. Pasó frío, miedo y hambre en la Seu Vella, donde se lo comieron las chinches.

Convertido en autor de prestigio, en uno de los grandes expertos en la obra de su buen amigo Picasso, regresó a Lleida y pidió visitar la antigua catedral. Lo hizo en silencio y con el corazón en un puño, recordando las madrugadas en las que lo despertaban los tiros que acabarían con la vida de algún compañero. No es de extrañar que cuando a los prisioneros se les ofrecía la posibilidad de conmutar pena a cambio de hacer trabajos forzados ni se lo plantearan.

Fue así como Lluís Carré Bonet, de Vinaixa, acabó en Gardeny, un complejo militar que construyeron prisioneros republicanos. El franquismo se eternizó, y con él la represión, que se alargó durante décadas. La reparación jurídica de estas víctimas ha llegado tarde, cierto, pero ha llegado.

A sus 91 años, Miquel Bendicho, de Almenar, regresó al campo de concentración en el que estuvo preso su padre para recoger la documentación que certifica la nulidad de los cargos que le imputó la dictadura. Un poco de paz para 66 familias leridanas que vieron cómo se borraba esta mancha que les marcó durante años. La Seu Vella, ahora convertida en un monumento de paz, acogió ayer el primer acto de reparación jurídica que lleva a cabo la Generalitat.

Para las familias, “un punto de partida” necesario para poder pasar página. Una sociedad con heridas sin cicatrizar no puede avanzar, por eso es tan importante la memoria histórica.

El Barri Antic sigue abierto

Después del parón obligado por la pandemia, el Obert Centre Històric se despidió ayer con un balance más que positivo de público, pese a que la lluvia complicó algunos actos del sábado.

Pero el Barri Antic no cierra, aunque acabe el Obert. Lleida no puede seguir viviendo de espaldas a su casco antiguo y las instituciones deben velar por mantenerlo vivo más allá de iniciativas lúdicas y culturales. No hay una fórmula mágica para revitalizarlo, porque los problemas que acumula son muchos y complejos.

Pero sin inversiones, no se podrá recuperar nunca.

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