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EDITORIAL

La Fira, la importancia de la presencialidad

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Todos hemos aprendido en los dos años de pandemia que el teletrabajo y las reuniones online tienen muchos aspectos positivos. Esta pantalla introducida en nuestras vidas a la fuerza puede abrir nuevos mercados, crear sinergias, ayudar a la conciliación de la vida familiar y laboral, restar gastos, mejorar el medio ambiente y potenciar a personas y entornos alejados de las grandes urbes. Esto es incuestionable y haríamos bien en incorporar a nuestras vidas todo lo aprendido.

Ahora bien, si algo ha quedado demostrado también con el confinamiento del coronavirus es que somos básicamente y ante todo sociales y que el contacto, la interconexión personal, el debate de proximidad y las relaciones in situ, tanto personal como profesionalmente, son indispensables para nuestro progreso económico y emocional. El ejemplo más palpable lo tenemos en la 68 edición de la Fira de Sant Miquel que ayer se inauguró. Los mercados, los avances tecnológicos, las nuevas producciones, la tecnología punta y las innovaciones y reconversiones necesarias en el mundo agroganadero y alimentario que representa el certamen de Lleida obtienen todo su potencial con la presencialidad que por fin este 2022 ha vuelto a su total normalidad.

No son tiempos fáciles para la agricultura, con un sector frutícola que padeció en abril unas heladas que han mermado el 70% de su producción, con unos cereales también reducidos por la sequía y el calor. Por no hablar del bovino y el porcino, que tienen un enemigo común; los altos costes de producción disparados a niveles inasumibles por la energía. Aceite y vino también han visto diezmar sus cosechas y la agroindustria vive angustiada por el recibo del gas y la luz.

Si a esto le añadimos la inestabilidad de los mercados a raíz de la invasión rusa de Ucrania y la carestía de algunos productos básicos, el panorama no es nada alentador. Pero frente a estos grandes retos se pueden abrir otras tantas oportunidades si las administraciones y los productores saben adaptarse a los cambios y tienen los instrumentos suficientes para aplicarlos. Y es precisamente la Fira un lugar para profundizar en estas reconversiones, sean de producto, de la utilización del agua o de las energías alternativas que ha de sostener la economía de Lleida.

Un divorcio previsibleERC y Junts, con intercambio de papeles en la pasada legislatura bajo la presidencia de Quim Torra, ya mostraron después del 2017 que tenían una forma diferente de afrontar el post 1-O. Esquerra optó por un diálogo sin prisas con el Gobierno español y los de Puigdemont querían insistir en el frentismo para forzar una entente. Todo sigue igual y el divorcio parece ya irremediable.

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