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Todo indica que los cambios producidos en el seno del club van a ser a corto o más bien a medio plazo beneficiosos. La vuelta de Borja Comenge debe suponer ese impulso hacia otra forma de hacer las cosas que desde hace ya un tiempo eran necesario. Y aunque no es fácil tomar decisiones, en ocasiones son imprescindibles por dolorosas que sean. En estos tiempos tan complicados para el baloncesto profesional, es obvio que el modelo de gestión que era válido años atrás debe dar un giro.

Ilusionar y apasionar al público compitiendo en una liga en la que se ha constatado la práctica imposibilidad de cumplir las condiciones para ascender, es tarea complicada. Los clubes deben trabajar con la Federación y la ACB para que las condiciones de ascensos se ajusten a los tiempos actuales y de esta manera garantizar que los que se ganen subir en la pista puedan jugar, el próximo curso, en la categoría superior. En el deporte profesional ganar es el objetivo prioritario para luchar por el ascenso y ello genera mayor interés y da sentido a la competición.

En este marco, es más necesaria que nunca la identificación del aficionado con la plantilla. Nutrirse de jugadores comunitarios en detrimento de nacionales no ayuda. Hay que apostar por la cantera y no de una forma testimonial, hay que darles los minutos necesarios para abrirse un papel importante dentro del equipo. Borja, con buen criterio, está ofreciendo a los jóvenes Rubín de Celis, Martí, Sevillano e incluso al júnior Bergadà buena cantidad y calidad de minutos que son una buena inversión para un futuro próximo. Completar la plantilla con extracomunitarios de calidad y que aporten espectacularidad al juego es prioritario para generar al aficionado el interés que no aporta el modelo de competición.

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