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El divorcio entre las peñas y la directiva del Lleida va camino de convertirse, si no lo es ya, en un culebrón que va a dejar a la célebre “La Guerra de los Rose” en un juego de niños. Bueno, a “La guerra de los Rose” y a las disputas internas del PSOE y el PSC. Ayer volvieron, las peñas se entiende, no los Rose, ni el PSC y el PSOE, al Camp d’Esports. Y la verdad, no se si valió la pena. Cierto que animaron. Y mucho. Y de manera ruidosa, pero sólo la mitad del tiempo que permanecieron en el Gol Nord. La otra mitad la emplearon en criticar e insultar a la directiva, especialmente al presidente Albert Esteve, al que pidieron insistentemente la dimisión.

Por cierto, que tanto el presidente, como su hermano Jordi, responsable del área deportiva y Montse Balaguer, coordinadora de Áreas, que también tuvieron su ración de críticas estaban en el Camp d’Esports pero no aparecieron por la Llotja. En el fondo hicieron bien. No era plan de encabronar la cosa más de lo que ya lo estaba, aunque cabe recordar que, en su día, Joan Gaspart se autoinmolaba quedándose sólo en el palco, aguantando estoicamente la bronca, cuando las cosas iban mal dadas en Can Barça, que hubo una época en que iban, vaya si iban. Lo que pasa es que ahora ya no se acuerda nadie.

A lo que vamos. Por lo visto ayer, la herida entre directiva y peñistas no se ha cerrado. Al contrario, sigue sangrando... y mucho. A estas alturas del partido uno ya no sabe quién tiene razón. Probablemente ambas partes. Y tampoco quien tiene la culpa. Seguramente que también los dos. Y si escuchas a unos y a otros convienes en que sí, que algo de eso hay.

Pero convendría que de una vez por todas se sentasen a hablar y a poner las cosas sobre la mesa. Y dejarse de historias. Me imagino a Siviero en la grada quedándose a cuadros ante los gritos pidiendo la defenestración del presidente para, a continuación oirlos animar al equipo hasta la extenuación. Y a los cinco minutos volver a despotricar contra la directiva. Esquizofrenia pura que no ayuda para nada al Lleida.

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