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Javi Casares, que estuvo ayer muy activo, supera a un jugador del Cornellà.

Javi Casares, que estuvo ayer muy activo, supera a un jugador del Cornellà.

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Jorge Valdano, un sabio del fútbol, acuñó hace ya tiempo una sentencia que al Lleida le cae como anillo al dedo: “El fútbol es un estado de ánimo” y los azules, ahora mismo, son un equipo sumido en el más absoluto de los estados depresivos que imaginarse puedan. Después de la derrota, merecida por otra parte, ante el Cornellà, el Lleida estaba completamente desquiciado. Desquiciado en todos los frentes. Primero en el deportivo. Después de que tras un aceptable primer tiempo, una segunda parte horrible en la que el rival, un equipo que jamás había ganado en el Camp d’Esports, le explicó de manera palmaría lo que es, cómo se juega y cómo se suman puntos, en la Segunda B.

Los de Siviero perdonaron primero y luego, como en otros tantos partidos de esta temporada, se vieron traicionados por esos errores puntuales, que comienzan ya a ser habituales, y que hicieron que Siviero definiera a su equipo como “desgraciado” por la manera en que va acumulando contratiempo tras contratiempo. Es más, después de ver lo que pasó ayer, cabe pensar que si tan flamante césped y tan grandes dimensiones del terreno de juego a lo ancho y a lo largo, más que beneficiar lo que hacen es perjudicar al Lleida. Los rivales tienen una alfombra para jugar y espacios para moverse y todo ello sin ninguna presión adicional por parte del público. O sea, como si jugaran a puerta cerrada.

Porque

esa es otra. El Lleida también está desquiciado en lo social. El divorcio entre afición y directiva se hace cada vez más evidente y amenaza con estallar de un momento a otro, sino lo ha hecho ya. Ayer se volvieron a batir récords de inasistencia. Y, además, los pocos que fueron, mostraron su enfado al final con algo ya tan anacrónico como los pañuelos (sustituidos ahora por las redes sociales). Y, entre medio, pancartas retiradas del campo (una, la del lateral se quedó), las peñas gritando de manera sincronizada conra el presidente y seguna entrega de la “caza de brujas”, esta vez con nuevos vetados y con las hojas de reclamación funcionando a todo trapo. Demencial.

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