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Feliu ejecuta una bandeja en el aro del Gipuzkoa.

Feliu ejecuta una bandeja en el aro del Gipuzkoa.

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Rasheed Wallace es ese tipo de jugador que todos querríamos en nuestro equipo. Muy físico, mucho carácter, muy ganador. Jugó 16 temporadas en la NBA desde 1995 y los que desde entonces seguimos esa competición le vimos llegar, crecer, consolidarse y marchar. Sólo ganó un anillo y fue por pura casualidad al ser traspasado en el mes de febrero de 2004 a Detroit y, jugando tan solo 22 partidos, ayudo de manera decisiva a la consecución del campeonato para Pistons.

La historia de Wallace, quien en la temporada de su campeonato llegó a jugar en tres equipos distintos, me ha recordado lo que este año está sucediendo de manera extraordinaria en la LEB oro. Nunca antes había habido un trasvase de jugadores de uno a otro equipo de esta liga como en esta temporada. Sabemos bien de que va esto ya que una vez iniciada la competición jamás habíamos fichado y traspasado a tantos jugadores…¡para cubrir una sola posición! Más allá del cariño personal, el retorno de José Simeón y la notable mejora de Mbaye han supuesto un impulso al equipo y parece que la plantilla ha dejado atrás definitivamente el trauma del traspaso de Rupnik a Fuenlabrada y el posterior culebrón. Desde su vuelta el equipo gana y hace jugar peor a los rivales, salvo en la incomprensible derrota en el Prat nuestros rivales valoran por debajo de 70 y en estas cifras tenemos muchas más opciones de ganar el partido. Con la salvación lograda lo que espero del resto de la temporada es mantener el basket bonito que practicamos en casa y mejorar la consistencia y la competitividad fuera. La ausencia de ansiedad debería favorecer la consecución de muchas más victorias de las previsibles al inicio de la temporada.

Wallace, a quien el malogrado Andrés Montes apodaba “etiqueta negra” tenía una costumbre que le hizo famoso. Cuando le señalaban una falta que estimaba injusta, si el rival fallaba los tiros libres solía decir en voz alta “el balón no miente” para dejar clara su opinión sobre la decisión arbitral. Es cierto, el balón no miente y la estadística, por lo general, tampoco.

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