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Marc Martí intenta deshacerse de la presión de Van Wijk.

Marc Martí intenta deshacerse de la presión de Van Wijk.

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C onfigurar una plantilla potente con jugadores contrastados es tarea fácil, aunque en estos tiempos no está económicamente al alcance de la mayoría. En la actualidad estamos disfrutando de una Liga en la que son pocos los que puedan disponer de un roster plagado de jugadores importantes. Otros optan por jugadores jóvenes desconocidos con la finalidad de que vayan creciendo. Y una gran mayoría se decantan por una mezcla.

Mucho se ha debatido sobre si en el equipo hay un antes y un después de la salida de Rupnik, y aunque es cierto que hasta la fecha ha sido imposible cubrir las prestaciones del base esloveno, es necesario pensar más allá del futuro inmediato para garantizar un buen rendimiento en tan importante posición. El rol del base es de importancia capital. Debe ser capaz de leer el juego mejor que nadie y esto, entre otras cosas, significa imprimir el ritmo adecuado, visualizar qué sistema de ataque mandar en función de las ventajas que suponen los emparejamientos defensivos del equipo rival e incluso ser capaz de hacer llegar el balón con ventaja al compañero que está en racha.

Simeón y Rubín de Celis son los bases. El valenciano, que nunca debió salir del club, va a ser determinante cuando mejore la calidad de su pase y su porcentaje de tres. El leridano debe cumplir ahora su papel de segundo, pero sin olvidar que se le va a exigir ir creciendo hasta convertirse en fundamental. Debe imprimir un ritmo intenso. A medio plazo, su progresión pasa por mejorar su dirección, continuar potenciando su mano derecha y su capacidad defensiva. Para ello, es necesario que tanto jugadores como club apuesten por un crecimiento en común y que se les faciliten los condicionantes necesarios para convertirse en los jugadores que ambos merecen ser.

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