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Alzamora y Alvarado luchan por un rebote.

Alzamora y Alvarado luchan por un rebote.AMADO FORROLLA

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En el baloncesto profesional la valoración de una temporada se mide en base a los resultados. Fijar los objetivos antes del inicio de la competición se hace necesario con el fin de la correspondiente autoevaluación al final. En la medida en que dichas metas se concreten y afinen de la forma más realista posible ayudará a la consecución de los objetivos marcados. Con el fin de garantizar una temporada exitosa, a veces se cae en el error de plantearse objetivos fácilmente asumibles, que por lo general comportan una falta de motivación. Por el contrario, proponerse unas cotas inalcanzables puede derivar en que la frustación contamine, no solo al equipo, si no también al entorno. En algunas ocasiones, con el fin de evitar concretar dichas metas, se oyen tópicos como el de ir partido a partido. Dichos razonamientos no hacen nada más que esquivar el planteamiento. El cómputo determinará si se se alcanzan las metas, aunque también es cierto que existen otra clase de objetivos. Seguir creciendo.

El brillante primer tercio de temporada, con un rendimiento por encima de sus posibilidades, ilusionó a los aficionados hasta cotas insospechadas. Pero es que incluso los resultados sorprendieron al propio equipo. Con el transcurso de las jornadas, el rendimiento que los equipos plasman en la cancha, se traduce en el lugar que se ocupa en la clasificación. Es decir, la propia competición coloca a cada equipo en su sitio.

Seguro que si las primeras jornadas se hubiera perdido y en este último tramo los resultados hubieran sido más positivos, aún con la misma posición en la tabla, las sensaciones serian mejores.

Convivir ahora en la zona media de la tabla luchando para alcanzar la novena plaza debe evaluarse como objetivo conseguido.

Alzamora y Alvarado luchan por un rebote.

Alzamora y Alvarado luchan por un rebote.AMADO FORROLLA

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