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El Lleida tuvo muchas dificultades para superar a los jugadores del Gavà.

El Lleida tuvo muchas dificultades para superar a los jugadores del Gavà.AMADO FORROLLA

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Será una casualidad, que puede que lo sea, pero desde que Jordi Esteve lanzó sus afilados dardos sobre un sector de la plantilla, las cosas han ido de mal en peor en el Lleida. Gustavo Siviero también se sumó al carro de las críticas y la cosa no ha mejorado. Al contrario. Dos derrotas (At. Balears y Cornellà), una agónica victoria en el Camp d’Esports ante un Mallorca B en inferioridad númerica y, ayer, un empate ante el Gavà.

Pero además del hecho de haber sumado solo cuatro de los doce puntos posibles, las sensaciones que ha dejado el equipo han sido malas. Digámoslo claro, impropias de un equipo que aspira, al menos es lo que se ha defendido por activa y por pasiva desde el club, a entrar en el play off. Ojo que todavía puede hacerlo, porque quedan cinco jornadas y la distancia que separa al Lleida de la cuarta plaza tampoco es tanta. Pero francamente, las sensaciones que trasmite el equipo no invitan precisamente al optimismo.

Ya lo dijo Toni Seligrat en el Camp d’Esports. “A este Lleida le veo sin la ambición que se espera de un aspirante”. Ayer, Óscar Mena, entrenador del Gavà, incidió en el tema. “Sabiendo que había perdido el Badalona, yo voy con todo a ganar”. En la previa ante los barceloneses, lesionados y sancionados aparte, se esperaba con interés la alineación de salida del Lleida. Sonaban las palabras de Esteve. “El que no esté en el once titular ya sabe a que atenerse”. Y jugaron los de siempre, salvo Òscar Rubio, que comenzó en el banquillo y Toño Vázquez, que no entró en la convocatoria. El castigo, si es que lo era, a Rubio le duró 58 minutos. Siviero tuvo que hacerlo entrar para intentar enderezar el desaguisado en que se había convertido su equipo. Y su entrada se notó. Mucho. Y Siviero cambió su discurso. Ya no habló de actitud si no de presión y déficit de confianza, que se parece, pero no es lo mismo. Y es que, en el fondo, las críticas y los malos rollos no gustan ni dan buenos resultados. Álvaro Campos, al que se le entiende todo, ya lo dijo. “Todos remamos juntos y en la misma dirección”. ¡Pues, al loro!

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