Melilla ya no me mata

Creo que no soy el único aficionado que cuando el calendario nos lleva hasta Melilla deja de prestar la atención necesaria a nuestra cita semanal. Me temo que si fuese jugador esa sensación sería exactamente la misma ante un partido que resulta siempre raro, extraño, diferente y difícil. Personalmente no recuerdo ninguna victoria de nuestros equipos y los desplazamientos de los últimos 10 años siempre se han saldado con derrota. Un viaje largo y complicado que nos lleva a un escenario anacrónico; una pequeña ciudad de la UE situada en África, un pabellón antiguo y feo, un club con el menor número de socios de la LEB Oro pero con uno de los mayores presupuestos gracias a las instituciones. En definitiva, una situación que te anuncia que el juego no va a desarrollarse en igualdad de condiciones.

La victoria frente a Araberri liberó buena parte de la ansiedad que el equipo parecía haber acumulado por los contratiempos de inicio de temporada y por los malos resultados. Las últimas victorias y la recuperación de los lesionados añaden confianza a un grupo muy necesitado de ella. En las próximas semanas se podrán intuir sus límites y adivinar hasta donde puede llegar. La historia, la clasificación y la estadística no nos hace ser optimistas pero a veces el destino es una fuerza tan potente que consigue que lo que creíamos imposible acabe por suceder. Sigo diciendo que espero mucho de la segunda vuelta. Estamos ante un equipo nuevo que comienza a saber qué clase de equipo quiere ser.

Y ayer lo demostraron ganando con mucha solvencia en la pista del potente Melilla. Por cierto, en una ciudad que delimitó su término municipal midiendo la distancia alcanzada por los disparos de un cañón emblemático de allí, llamado “el caminante”.