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Marc Martí intenta superar a Adala Moto, jugador del Clavijo.

Marc Martí intenta superar a Adala Moto, jugador del Clavijo.LLEONARD DELSHAMS

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Sean Marks fue el primer jugador neozelandés en jugar en la NBA. A finales de los 90, en un país con menos de cuatro millones de habitantes y con menos de 25.000 licencias de básquet, su incorporación a la mejor liga del planeta debió de ser todo un acontecimiento nacional. Los jugadores de baloncesto de Oceanía están muy de moda, pero no nos engañemos, los buenos son los australianos.

No ha comenzado como esperábamos la segunda vuelta del campeonato y a la inexplicable derrota contra el Huesca en casa siguió la humillación en Lugo. Las cosas no pintan bien en el Força Lleida, que parece haber llegado al parón de la Copa con un alto nivel de fatiga física y mental de muchos jugadores. Si el año pasado fue la maldición del base, este año parece que la mala suerte se ha trasladado al juego interior. El bajo rendimiento de Karena hace que Mbaye deba prolongar en exceso su rotación en la pista y una consecuencia de ello es la fragilidad que esta temporada muestra el bueno de Abdoulaye. Solo deseo que la reconocida necesidad de reforzar nuestro juego interior no se resuelva con la vuelta de Alzamora, tal como sucedió el año pasado con Simeón. Con toda seguridad ese no es el camino ni la solución.

Karena, al que algo debió ver Borja para ficharlo tan pronto, ha mostrado bien poco de lo que de él se esperaba y, jornada tras jornada, enseña importantes carencias en aspectos básicos del juego. El bueno de Mike, que creció viendo los partidos de su compatriota Marks en los Spurs, me recuerda al protagonista de la película Billy Elliot, y es que hay que tener una gran determinación para, habiendo nacido en un pueblecito de Nueva Zelanda, midiendo 2,08 y pesando 125 kilos, acabar jugando en la LEB Oro y no en los All Blacks. Quizá todavía no es demasiado tarde para intentarlo.

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