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Cuando lo que debe ser un gran espectáculo futbolístico, la final de la Copa Libertadores, se convierte en una vergüenza, alguien tiene que reflexionar y tomar medidas. Cuando lo que solo tiene que ser un partido entre infantiles y los que se comportantan como tales son los padres, pegándose de una forma lamentablemente infantil, alguien tiene que reflexionar y tomar medidas. Cuando hay gente que va a ver un partido de fútbol con puños americanos y objetos similares para usar en una pelea, alguien tiene que relexionar y tomar medidas.

Los gestores del fútbol siguien viéndose incapaces de luchar contra la violencia. Lo que debía ser una fiesta en Argentina, con la final entre el River Plate y el Boca Júniors, se convirtió en una intolerable muestra de barbarie, con salvajes apedreando el autocar de Boca y avergonzando a la gente del fútbol en todo el mundo. ¿Cómo se frena eso? ¿Qué pasa por la cabeza de una persona para comportarse así? El fútbol no puede amparar a los violentos. Hay que echarlos de los estadios, evitar que sean socios, abonados o adquieran entradas. Hay formas de hacerlo. Seguramente, no son populares para los políticos que deben tomar estas decisiones. Pero no puede tolerarse.

Lo del fútbol base también llueve sobre mojado. En un partido de infantiles en Murcia, padres pegándose delante de sus hijos, muchos de los cuales no pueden contener las lágrima. De verdad, no vayáis a ver a vuestros hijos si vais a avergonzarlos. El deporte no está hecho para gente tan estúpida. ¿Podéis mirar a vuestros hijos a la cara tras pasaros un partido insultando al árbitro, a los rivales o a otros padres?

Ayer, a 26 seguidores del Sabadell no se les dejó entrar al Camp d’Esports. Llevaban palos, puños americanos y objetos para una pelea. Aquí, la solución está bien aplicada. Esta gente no puede entrar a un estadio donde muchos aficionados van en familia a disfrutar de un partido de fútbol. Si están frustrados, su lugar es la consulta de un psicólogo.

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