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Joan Carles Oliva, con gesto de preocupación, en un momento del partido de ayer.

Joan Carles Oliva, con gesto de preocupación, en un momento del partido de ayer.JORDI ECHEVARRIA

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El pasado sábado, nada más finalizar el partido en el que el Lleida Llista certificó la clasificación para su segunda Final Four europea consecutiva tras derrotar por 8-3 al Nantes, uno de los jugadores emblemáticos del equipo, Andreu Tomàs, explicaba: “Somos un grupo de amigos que tiramos adelante en los buenos y en los malos momentos”. En una victoria hay muchos factores que han ido sumando a lo largo del tiempo, de la misma manera que cuando los resultados no llegan, tampoco hay una única explicación ni una única solución. Si la hubiera, sería muy fácil.

El presidente del Lleida Llista, Enric Duch, también explicaba que, tras eliminar al Reus en los recientes cuartos de final de la Copa del Rey, sobre la una de la madrugada estaban todos, jugadores, técnicos y directivos, cenando juntos celebrando la clasificación para las semifinales. Hasta que algunos jugadores se levantaron y dijeron, “nos vamos que mañana tenemos que trabajar”. Y más de uno hizo 150 kilómetros hasta su casa, para dormir unas pocas horas y levantarse temprano para acudir a su lugar de trabajo.

Sí, el Lleida Llista está viviendo un momento histórico, dulce, puede ser que irrepetible. Y lo disfruta. El año pasado, tras ganar la Copa de la CERS, casi todos decían: “Tenemos que disfrutarlo, porque no sabemos si volveremos nunca a otra Final Four”. Pues han vuelto. Y lo disfrutan, porque son muy conscientes de lo que les ha costado llegar hasta aquí.

Mucho trabajo, muchos sacrificios, pero siempre con la máxma humildad y repartiendo sonrisas. Sin patrocinador principal, superando problemas económicos. Y si algo no les sale bien, seguirán repartiendo sonrisas, trabajando y haciendo sacrificios. El deporte amateur es así. Lo sabe bien Albert Folguera, que a las ocho de la mañana está cada día en su trabajo

Y el Lleida no disfruta. Sigue en play off, pero no disfruta. Ayer perdió y las dudas que había cuando destituyeron a Albadalejo, han vuelto. La culpa, en los equipos, nunca tiene un único nombre. En eso, es como el éxito. Siempre es plural.

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