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Joan Carles Oliva, con un expresivo gesto, ayer en el partido ante el Sabadell.

Joan Carles Oliva, con un expresivo gesto, ayer en el partido ante el Sabadell.JORDI ECHEVARRIA

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Ni opciones matemáticas, ni frases de autoayuda que acaban convirtiéndose en autocomplacencia. El Lleida se ha autodescartado y el play off, ahora mismo, es una utopía, como admitió ayer el propio Joan Carles Oliva. El técnico, mejor que nadie, debe de saber que con este grupo es imposible acabar la fase regular de la Liga entre los cuatro mejores.

Con todo lo que había en juego el equipo volvió a fallar ayer en Sabadell. Y encima lo hizo otra vez ante uno de los últimos clasificados. Perder con los de abajo, encadenar cuatro derrotas y siete jornadas sin ganar, hacen que pensar que el equipo puede jugar el play off, suene ahora mismo a broma de mal gusto.

La afición volvió a llevarse ayer un disgusto. Uno más. Y así es muy difícil recuperar a unos feligreses que han perdido la fe. Es cierto que los colores se llevan dentro y que el primer mandamiento de todo aficionado es estar siempre al lado de su equipo, gane o pierda. Pero eso no supone que se deba de permanecer ciego ante la realidad, ni que deban pedirse explicaciones ante una situación muy difícil de entender.

La metamorfosis que ha sufrido este equipo en los últimos meses es increíble. Podría pensarse que la plantilla estaba sobrevalorada, pero los números dicen que el Lleida acabó 2018 como líder indiscutible. Sin duda, algo se rompió durante el mercado de invierno y no ha sido posible recomponerlo.

Los clubs acordaron que, durante el mes de enero, podrían modificarse las plantilla. Es la oportunidad de solucionar los errores cometidos durante el verano. En Segunda B, para los equipos que han destacado en la primera parte de la Liga, es un arma de doble filo. Dado que siempre es posible mejorar lo que tienes, los equipos buscan hacerse más fuertes. Pero igual que se pueden hacer ofertas para traer jugadores de otros clubes, pueden recibirse por aquellos que han destacado. No es fácil gestionar eso. Y sí que resulta fácil que, con tantas llamadas sobre el futuro, los jugadores se descentren y dejen de pensar en el presente.

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