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Abel Molinero se escapa de Víctor y de Calavera en una acción del partido.

Abel Molinero se escapa de Víctor y de Calavera en una acción del partido.JORDI ECHEVARRIA

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Ni tácticas, ni detalles –pequeños o grandes–, ni el clásico tenemos que seguir trabajando. En el fútbol, lo único que arregla cualquier problema es una victoria. Cierto que para ello hay que elegir la táctica adecuada, cuidar hasta el más mínimo detalle y trabajar como bestias. Y no es menos cierto que el mejor camino hacia la victoria es jugar bien. Pero hacer un buen partido y perder, competir hasta el último minuto y perder... y así una semana tras otra, solo se transforma en problemas. El Lleida ha empezado el 2020 de la mejor manera posible. Logrando una victoria en el Camp d’Esports y nada menos que ante el segundo clasificado. Es la terapia del triunfo, la que todo lo cura. Y, como asevera el clásico dicho futbolístico, hay que ganar aunque sea de penalti y en el último minuto.

El Lleida no ganó en el último minuto, aunque sí lo hizo de penalti. Dio muestras de mejoría, sobre todo en la segunda parte, rompió con siete jornadas sin ganar, mantuvo su portería a cero y volvió a marcar después de 550 minutos de sequía.

Molo explicaba el viernes, en su comparecencia ante los medios, que había reflexionado durante las vacaciones y que sabía qué era lo que habían hecho mal. La victoria de ayer le da la razón. Ahora hay que mantener esta línea porque el club y la afición exigen el play off que está al final de un largo y sinuoso camino. Esta semana, la plantilla le pedía salud al 2020. Al menos con salud no habrá que esconder los partes de lesiones.

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