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Herbert Von Karajan (1908-1989), genial director de orquesta austríaco, dijo que “el arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta”. Un club de fútbol, como una gran orquesta, necesita una armonía que solo llega cuando todas las piezas del engranaje, desde lo más alto de la estructura hasta el más humilde de los peldaños, consiguen sonar de forma precisa, ejecutando cada uno a la perfección la función encomendada.

El Barça es un club que parece especializado en provocar sus propias crisis, sin intervención externa. El último ejemplo ha sido la polémica abierta por Abidal, culpando a los jugadores de la destitución de Ernesto Valverde, en unas declaraciones contestadas con dureza por Messi. Josep Maria Bartomeu ha impuesto la paz, aunque está por ver de qué forma afecta a lo que pasa en el terreno de juego.

Sobre el césped también afecta, lógicamente, lo que sucede en los despachos. El Lleida tiene denuncias de exjugadores ante la AFE por impagos, en otro capítulo de la facilidad con la que a este club se le abren frentes extradeportivos. Alguien dirá que eso no resta puntos, pero lo que es seguro es que no los suma. El caso puede ser una especie de ‘spoiler’ para los actuales futbolistas que, al igual que Ebenezer Scrooge en “A Christmas Carol”, de Charles Dickens, pueden ver en ello cómo será su futuro si no se portan bien. Ambos casos se parecen en que son goles en propia puerta.

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