Un deber imperativo

N o podíamos haber previsto una mejor situación para recibir al líder que la que había generado la inmaculada gira por el sur de la pasada semana. Conseguir aunar los dos desplazamientos por carretera más largos de esta primera fase con dos victorias de mérito en canchas difíciles, suponía un escenario ideal para conseguir que el Castelló perdiera su primer partido fuera de casa de la temporada. Este cuento de la lechera perfecto estuvo a punto de materializarse ayer culminando así una semana virtuosa.

Pero para ganar partidos en cualquier deporte es necesario que muchos hagan bien muchas cosas y hasta el final. Al revés de lo que pasó en el partido de la primera vuelta en Castelló y en Granada, el equipo hizo una primera parte formidable y un último cuarto dolorosamente desacertado. Mi impresión es que el cansancio de los viajes y el hecho de haber jugado 3 partidos en 9 días pasó factura a la condición física y, en consecuencia, a su concentración en último tramo del encuentro. Nos vinimos abajo mental y físicamente, y dejamos escapar una renta de 11 puntos en apenas 4 minutos. Si a ello añadimos la lesión del que hasta entonces había sido el máximo anotador podemos tratar de encontrar una explicación a lo sucedido.

En una temporada en la que las dinámicas positivas parecen significar la posibilidad de jugar cada semana y en la que los constantes parones hacen difícil cualquier tipo de planificación, sobrevivir a las circunstancias y luchar por los objetivos marcados puede darnos la sensación de haber obtenido el éxito. Sin embargo, con la plantilla ya cerrada y conociendo a nuestros rivales, el quedar entre los cinco primeros me parece hoy una obligación inexcusable. Quedan pocos partidos y tenemos el deber de ganarlos todos. Un deber imperativo.