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No recuerdo nada igual en los 30 años que llevo de profesión después del insólito episodio de ayer en la sala de prensa del Camp d’Esports. Albert Esteve prohibió hacer declaraciones al técnico Molo y a los jugadores tras el partido y habló de que habían hecho el “ridículo” por el 0-3 ante el filial del Espanyol.

Puede comprenderse el enfado del presidente, como el de todos los aficionados comenzando por los que antes del partido, tras muchos meses, colocaban unas pancartas en el estadio para animar a su equipo. Pero, precisamente, tras una derrota tan sangrante es cuando entrenador y futbolistas deben dar la cara y justificar, si pueden, el desastre.

Lo merece la afición. Hay quien piensa que mejor que no hablen si van a decir tópicos y palabras vacías, pero que puedan hablar es un derecho y a la vez un deber que tienen con el aficionado, ya que tantas veces hay quejas cuando futbolistas de algún club se largan corriendo del estadio y escondiéndose sin querer hacer comentarios tras un varapalo.

.Albert Esteve ya había protagonizado algún episodio insólito en la sala de prensa como anunciar a los medios la destitución de Gerard Albadalejo antes de que este lo supiera. Ahora ha vuelto a sacar a relucir el “aquí mando yo”.

Y así es. Muchos clubes son cotos privados con abonados sin voz ni voto y donde la disidencia no es admitida.

De esto iba a hablar en este espacio de opinión antes de que ocurriese este incidente postpartido. Iba a comentar sobre las elecciones y la sana costumbre de votar Las últimas semanas han tenido como protagonistas en Catalunya, al margen del cansino Covid, los comicios políticos y los del Barça, casi una segunda Generalitat por lo que representa en el país.

.En política se suele castigar al que fracasa o decepciona y en fútbol hemos visto como en el Barça ha tenido que dimitir la junta directiva de Josep Maria Bartomeu después de una gestión nefasta e imposible de justificar. Qué bueno es poder elegir y tener el derecho de expresarse, guste o no.

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