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Mike Buchanan intenta anotar ante el senegalés Biram Faye.

Mike Buchanan intenta anotar ante el senegalés Biram Faye.POL PUERTAS

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Dos años antes que LeBron James, y como número 1 del draft de Pau Gasol, Kwame Brown fue el primer jugador en pasar directamente del instituto a la NBA. Este hecho insólito tuvo consecuencias.

Michael Jordan, directivo de Washinton Wizards y responsable último de su elección, aplicó sobre el chico su particular pedagogía, convirtiendo su estancia en el equipo en un infierno insoportable del que salió huyendo. Jordan, al que muchos idolatramos en la pista y detestamos fuera de ella, tuvo siempre fama de abusón entre sus compañeros, sus subordinados y sus superiores.

Y ya se sabe que cuando todos coinciden en algo, probablemente eso es cierto. Esa malentendida mentalidad ganadora, ese malentendido liderazgo y esa malentendida autoridad es doblemente dolorosa cuando quien la practica es alguien de tu propio equipo.

El resto de la historia de Brown fue un rosario de equipos, problemas legales y retirada..

Algo de esto ha pasado esta semana con la Federación Española de Baloncesto y su insólita decisión de hacer prevalecer el calendario por encima de la salud de los que, precisamente, hacen que ese calendario tenga sentido. Desoír lo que desde hace más de un año venimos escuchando y ya hemos asumido (lo importante es la salud) primando, por ejemplo, la hora de vuelta de un tren a Madrid es sencillamente un abuso.

Todos sabíamos, y la Federación también, que es imposible ganar tres partidos en 5 días (¡o 6, ¡qué más da!) en las condiciones en las que se encuentra la plantilla. Además de un abuso esa decisión es una temeridad.

Ese abuso y temeridad, conocidos por la FEB y consentidos por el resto de clubes, da la razón a la pregunta que se hacía el pasado jueves Aranzana: ¿Vamos a tener que pedir perdón por habernos contagiado?, ¿Debemos culpabilizarnos de nuestro propio perjuicio? Salud o calendario, esa parece ser la cuestión. Es irritante comprobar que el mundo del basket no ha estado a la altura por desinterés o conveniencia.

Ilusión y orgullo contra decepción, abuso y desamparo. ¡Vamos a por la segunda fase! .

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