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Molo, el técnico, cabizbajo durante el partido.

Molo, el técnico, cabizbajo durante el partido.CARLES MIRANDA

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Alguien me comentó una vez, a resultas de una redundante conversación sobre la presión que los infalibles superiores ejercen sobre un determinado colectivo, bien sean trabajadores, deportistas o subordinados de cualquier clase y condición, que la presión es como una cuerda. Si no se ejerce la suficiente presión, la cuerda queda floja, sin tensión, y entonces no sirve para cumplir su cometido, mientras que si se ejerce una presión excesiva, la cuerda se acaba rompiendo, invariablemente, precisamente debido al exceso de tensión. Por tanto, saber aplicar la medida justa de presión, es todo un arte que, vista la sociedad en la que vivimos, no parece estar al alcance de muchos.

Me vino el recuerdo de esta conversación ayer cuando, hablando con un amigo, incondicional del Lleida, me transmitía su decepción porque este año tampoco va a cumplirse el objetivo con el que se inicia cada Liga: el ascenso a la Segunda A.

Molo también ha hecho referencia en alguna ocasión a que quien viene al Lleida, ya sabe la presión que hay, porque los objetivos son muy ambiciosos. Dado que es evidente que la presión existe, el tema sería analizar, obviamente desde dentro del club, si la presión se aplica en la medida justa para que la cuerda cumpla a la perfección la misión encomendada. Vistos los resultados, algo falla.

También me ha venido a la memoria una frase que siempre explicaba Gonzalo Arguiñano, jugador que estuvo en Primera con la UE Lleida en los noventa. Decía que “a Lleida vienes llorando y te marchas llorando”, en relación a que al recibir la oferta en aquellos años no parecía el destino ideal, pero visto el cariño y el trato recibidos, todos se iban con pena. No se si ahora los jugadores lo suscribirían.

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