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Bulic tuvo en sus manos forzar la prórroga pero su tiro no entró.

Bulic tuvo en sus manos forzar la prórroga pero su tiro no entró.POL PUERTAS

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Eesta pasada semana en la que venimos de celebrar, si así puede decirse en estos tiempos, la Festa Major, se cumplía el pasado lunes nada más y nada menos que el vigésimo aniversario del ascenso del, por aquel entonces, Lleida Bàsquet a la Liga ACB. Un grupo de directivos capitaneados por Ferran Vidal se marcaron entre ceja y ceja posicionar la ciudad en el mapa de la élite del baloncesto estatal.

Para ello, y tras asignar la federación una plaza LEB a Lleida con el objetivo de potenciar el baloncesto en zonas donde el profesionalismo estaba poco arraigado, se confeccionó un proyecto humilde pero muy ambicioso. Edu Torres, un entrenador experimentado en la élite y que había triunfado en Andorra, fue el elegido para dirigirlo incluso más allá del apartado deportivo.

En el momento de confeccionar la plantilla, la gran mayoría de jugadores que formaron parte de ese primer equipo profesional cumplían dos premisas que se consideraban por aquel entonces importantes: jóvenes y catalanes. A partir de allí, dos exitosas temporadas en la LEB culminaron con el ascenso a la ACB ese 10 de mayo de 2001, en un emocionante play off con el Manresa.

Luego, ese inesperado play off por el título frente al Barça en la primera temporada, las dos participaciones en Europa, y un largo etcétera de éxitos que en esa etapa parecían fáciles, lógicos y normales, el paso del tiempo ha constatado la grandeza de lo conseguido..

Y más aún cuando en estos momentos estamos viviendo un momento baloncestístico muy delicado. La derrota de ayer ante el Ourense nos pone en una situación muy peligrosa. La igualdad durante toda la competición y el hecho de que sean hasta cuatro los equipos que descienden, nos ha llevado a jugar una final en Melilla el domingo. No se debe fallar.

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