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© El parque popular
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© Juan Cal
El fracaso de los Barrufets ha dejado paso a una realidad que al mismo tiempo es sorprendente y dolorosa. El Parque de Les Basses, (¡que dejen de llamarle Alcalde Pons, por favor!) vuelve a llenarse de gente que necesita un espacio público y gratuito para sus horas de asueto. Un parque familiar para gente que no tiene jardines, ni chalets adosados, ni torre en el campo. Son las nuevas clases populares leridanas; los herederos de aquellos que íbamos a las piscinas en verano en el autobús que salía de Ricard Viñes. Luego llegó la democracia, la creación de nuevos espacios públicos en los barrios, la generalización de las piscinas de barrio y el bienestar económico que permitía a una familia obrera comprarse un apartamento en el campo o en la playa. Era la nueva clase media que crecía al amparo de una bonanza económica imparable. No quedaba nadie para darle sentido a Les Basses; los recién llegados aún no las habían descubierto y los de toda la vida las descartaban por antiguas; por recordarnos nuestro origen obrero y popular. Con el parque cerrado por derribo nació la idea de tener un parque temático; pero se fue al garete por los enconos políticos o porque era una idea que necesitaba de un capital que nadie estaba dispuesto a poner. ¡Qué suerte! El parque vuelve a sus orígenes populares. La jornada de ayer es la demostración palmaria de que una nueva generación de gente sencilla se ha apropiado del espacio, lo ha hecho suyo y lo ha convertido en un lugar familiar, de socialización y de intercambio. Volvemos a los viejos tiempos.