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© La soledad de la política
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© Juan Cal
Hablar bien de la política justo el día en que detienen al expresidente de la Comunidad de Madrid tiene algo de sarcasmo, pero es un intento sincero de comprender algunas apelaciones que se hacen desde la política al respaldo de los ciudadanos. Éstos, los votantes, creen –creemos– que nuestra responsabilidad consiste en acudir a las urnas cada vez que somos convocados y otorgar la confianza a una o varias fuerzas políticas para que se encarguen de regir los destinos del país y lleven a término las promesas hechas en su programa electoral.
Algunas de esas promesas, como la de convocar el referéndum o declarar la independencia, requieren esfuerzos extraordinarios, que van más allá de lo que puede exigirse a un político en el ejercicio de su cargo. De ahí que estos, los políticos, reclamen el respaldo de la gente, sentir su aliento y su presencia para continuar con esa tarea de titanes enfrentados al gigante del Estado, de la ley y los tribunales.
Pero la gente no está para sacrificios, ni estados permanentes de vigilia, ni para huelgas de hambre o sacrificios por el estilo. La gente vota; y punto. Es verdad que desde 2012 los ciudadanos han seguido masivamente las convocatorias de movilización a favor de la independencia, pero eso no quiere decir que la gente vaya a renunciar a sus pequeños privilegios cotidianos; a su trabajo, a su condición de funcionaria; a su vida cómoda, para plantarse por una cuestión que si bien es importante, no lo es tanto como para someterse a sacrificios insoportables. Esa parte les corresponde a los políticos.