Actitudes intolerantes

Ocurrió primero en un pub de la zona alta de Lleida y ahora pasa en un hotel de Vinaròs. En ambos casos se ha decidido, de forma ilegal y discriminatoria, prohibir la entrada a personas con síndrome de Down porque alguien, con un concepto muy especial de la vida, ha creído que esa presencia le puede restar clientela; o por otras razones que sería mejor ni tan siquiera imaginar para no llegar a intuir la profundidad de la mezquindad humana.

Con la discriminación pasa lo mismo que con la violencia machista; uno cree que a base de unos cuantos años de educación y políticas públicas de sensibilización ya no deberían existir casos de marginación de las personas del mismo modo que no deberían existir casos de violencia contra las mujeres. Todo el mundo debería estar vacunado de estas enfermedades sociales.

Está más que comprobado que no hay gente discapacitada porque todos tenemos capacidades diferentes; como todos somos diferentes en nuestra estética o en nuestra forma de entender la vida. Quienes trabajamos cerca de personas con síndrome de Down podemos comprobar cada día que no son menos que nadie a la hora de desarrollar su trabajo, de prestar un servicio útil a la sociedad, de divertirse, de sufrir o de amar.

¡Faltaría más; son personas! Por desgracia, existen individuos que siguen viviendo en un mundo de prejuicios y de falsa superioridad y sus conductas deben recibir todo el reproche social, al mismo tiempo que todo el peso de la ley, para que al menos sepan que sus actitudes tendrán graves perjuicios para su economía.