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Los lectores pueden completar, si quieren, la pregunta, con expresiones del estilo: el descaro, la desvergüenza, la sensación de propiedad sobre la Administración del Estado, la complicidad entre el poder y los supuestos delincuentes. El caso es que de nuevo el sistema de mensajería SMS ha puesto al descubierto las interacciones entre quienes son investigados por supuestos crímenes de corrupción y aquellos que deberían encargarse de perseguir con rigor a los delincuentes.
El ministro de Justicia, o el de Interior, no pueden “coleguear” con un investigado como Ignacio González; ni pueden compartir reflexiones sobre el fiscal más conveniente, si no quieren que la sombra de la duda se extienda al conjunto del Estado y entonces los ciudadanos, con razón, ya no tendrán motivos para creer en nada. Se tiene que acabar ese compadreo entre políticos con responsabilidad y sus excompañeros ahora investigados por crímenes muy graves.
A no ser que sea cierto que no trabajaban para su propio enriquecimiento, sino para el partido y entonces tendría sentido lo de “Luis, sé fuerte” escrito por Rajoy en un mensaje a Bárcenas o este nuevo mensaje del ministro Rafael Catalá a Ignacio González. Fue el propio González quien le comentaba a Zaplana –en unas conversaciones que también se han conocido ahora– que para controlar el poder hay que dominar los medios de comunicación y los aparatos del Estado. Eso nos demuestra hasta qué punto los dirigentes de la derecha han estudiado los textos de Lenin, incluso más que los propios leninistas.