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© Toca pagar o llorar
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© Juan Cal
Existen muchas traducciones para el “trick-or-treat” de Halloween y la más socorrida es la de “truco o trato”, pero vamos a utilizar aquí una más literal y que sirve a los propósitos de este comentario. Es la tradición norteamericana, que en realidad coincide también con la de muchas otras culturas, en la que los jóvenes amenazan a sus vecinos con represalias más o menos sañudas si no reciben el regalo correspondiente.
En Catalunya, la traducción más acertada sería “paga o llora” y eso es lo que toca ahora, aunque no sea Halloween, con el Procés, porque el tiempo se agota y hay que demostrar si la cosa va en serio o toca llorar. Es en este contexto que hay que entender las palabras del diputado Lluís Llach –no parece pertinente confundir al cantautor de todos con el político partidista– cuando advierte a los funcionarios de la Generalitat que vulneren las leyes de transitoriedad cuando estén vigentes.
Tal como lo plantea Llach, los funcionarios siempre pierden: si no cumplen las leyes españolas serán sancionados por un Gobierno; y si no cumplen las catalanas, por el otro. Es el problema de los momentos fundacionales, que generan mucha confusión y producen daños, muchas veces a los más inocentes, a los que no son de un bando ni de otro, sino de trabajar y callar.
Ahora llega el momento crucial en que los políticos ya no pueden mantener una cortina echada sobre sus decisiones. ¿Convocarán o no? ¿Sancionarán o no? ¿Vulnerarán la ley o no? Y, si la vulneran, deberán esperar para sí lo mismo que para sus funcionarios: pagar o llorar; obedecer o sufrir.