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© Estimar la cultura
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© Juan Cal
Un museo es “la expresión más perfecta de una sociedad que estima la cultura”, dijo el director general de Patrimonio, Jusèp Boya durante la presentación del libro dedicado al centenario del Morera y escrito por la historiadora del arte Esther Solé y el director del museo, Jesús Navarro. Si es cierta la expresión de Boya –y seguro que lo es–, Lleida tiene un problema con la Cultura.
Es verdad que el Morera es el más antiguo de los museos catalanes y eso es un motivo de orgullo para todos los ciudadanos, pero también hay que reconocer que desde sus orígenes ha sido una de las instituciones culturales más volátiles e invisibles: ha vagado como un fantasma de una sede provisional a otra a la espera de una ubicación definitiva que, esperemos, podrá ser la antigua Audiencia –como dijo Vidal Vidal en la presentación, toda una metáfora–.
Produce nostalgia ver la imagen virtual de la que iba a ser nueva sede, justo al lado de la Panera, que convertiría aquella isla del centro histórico en un homenaje al arte contemporáneo y a los grandes artistas que ha dado la ciudad a pesar de la poca estima que los vecinos, en general, han demostrado por la pintura y la escultura contemporáneas.
Ahora no es tiempo de lamentaciones ni de nostalgias, sino de confiar que de una vez por todas, después de un largo viacrucis por antiguos mercados, antiguos hospitales, antiguos conventos y antiguos casinos acabe recibiendo justicia en esa antigua casa de las leyes que es el edificio de la Rambla de Ferran donde está previsto que la cultura de Lleida reciba el trato que merece.