La estrategia del independentismo, recogida casi al pie de la letra en el libro de ruta de la Assemblea Nacional Catalana, pretendía internacionalizar el Procés hasta el punto de que fueran los organismos europeos e internacionales los encargados de forzar a España a una negociación que en cualquier otra circunstancia parecía imposible. Era el famoso “el món ens mira” que se pronunciaba cada vez que medios de comunicación, gobiernos o instituciones supranacionales de todo el mundo comentaban alguno de los asuntos relacionados con el proceso independentista.
Para seguir el camino y que pareciera que se llegaba a alguna parte, el movimiento desarrollaba diferentes fases del proceso de lucha en el que era imprescindible la participación masiva de la gente –siempre fiel y entregada–, el pacifismo y la evidencia de que España ejercía sobre Catalunya un dominio colonial que restringía de forma violenta los derechos de una minoría oprimida. Esos eran los requisitos para el reconocimiento internacional y así se fue programando con la innegable ayuda del Gobierno español el 1 de octubre, cuya gestión del referéndum dio la vuelta al mundo en todos los noticiarios en demostración de las tesis independentistas.