El vehículo autónomo ya ha producido su primer atropello. Hasta el momento, un coche de Tesla había sido incapaz de reconocer el remolque vacío de un camión y esa fue la causa de una colisión y la posterior muerte del ocupante. Lo que antes denominaríamos conductor. Ahora, en cambio, un coche en fase experimental de Uber ha atropellado a un peatón. Ocurrió en Tempe (Arizona) y quedará registrado para la historia que por primera vez un vehículo sin conductor mata a un viandante. Lo cierto es que tenía la esperanza de que este luctuoso accidente se produjera más tarde, pasados años de la puesta en marcha de esta tecnología aún incipiente, pero que marcará el futuro –y casi el presente– de la industria del automóvil, con nuevos operadores en el mercado como el mismo Uber, Google o Apple, que si bien no fabricará el hardware, los coches, sí que suministrará el software que hará posible la conducción sin conductor. Podemos imaginar la perplejidad del chófer de seguridad, cuya presencia dentro del coche sigue siendo obligatoria en la mayoría de las legislaciones del mundo, cuando ha oído el golpe seco del cuerpo inane contra el chasis de la máquina inteligente. Ahora habrá que investigar quien es el responsable del homicidio, porque aunque involuntario sí que se ha producido. Es posible que el chófer estuviera consultado un mapa, o mejor aún: mirando los mensajes del móvil, porque en teoría la máquina se encargaba de todo. Y de todo se va a encargar, menos de pagar la indemnización por la muerte de esa pobre mujer.