Por primera vez en la historia de la democracia española triunfa una moción de censura y destituye a un presidente del Gobierno. Quizás sea por eso, por la novedad, que desde la tarde del jueves Rajoy no ha sabido muy bien qué hacer, desde encerrarse horas en un restaurante hasta dedicar apenas un minuto para felicitar a su oponente y agradecer el apoyo recibido mientras ha sido presidente. El siguiente ya sabrá qué ejemplos no seguir. Ahora el futuro es de Pedro Sánchez, a él le corresponde gestionar todos los conflictos abiertos por Rajoy en los últimos tiempos y no son pocos. Deberá hacerlo, además, con la desconfianza de parte de los dirigentes de su partido, la oposición de algunos medios tradicionalmente favorables al PSOE y con el asedio de un grupo parlamentario del PP que parece encontrarse más cómodo en la oposición que apoyando al Gobierno. Deberá afrontar la liquidación de ETA y las consecuencias penitenciarias de esa decisión, la financiación de las comunidades autónomas, la recuperación del prestigio de España en Europa; la liquidación de leyes represivas que han dañado seriamente la calidad democrática y, por encima de todo, la curación de las heridas abiertas entre Catalunya y España, con agentes reventadores en ambos lados de la mesa. Demasiados compromisos para sólo dos años y el apoyo de poco más de ochenta diputados, pero afrontar con ecuanimidad y con serenidad todos estos asuntos será la clave para que el PSOE se reponga de su decadencia. Recuperar la democracia será su gran activo político.